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El argumento sobre la protección 
que brindan las coberturas petroleras 
ya es insuficiente para los analistas.

La baja en la calificación crediticia de Rusia por parte de Standard and Poor’s (S&P) sí es un hecho que debería hacer que nuestro país pusiera sus barbas a remojar.

No podemos compararnos con Venezuela porque ese país sudamericano ha llevado las cosas al extremo, donde habrá que protegerse en todo caso del inevitable impacto mundial de sus previsibles turbulencias financieras y políticas internas.

Hace un par de semanas la firma calificadora Fitch dijo que, si los precios del petróleo no se recuperan desde los mínimos actuales, podrían ser necesarias acciones en las calificaciones de los países productores.

Rusia perdió el grado de inversión de S&P, y si bien la “BB+” no es un nivel al borde de la chatarra, sí está por debajo del grado de inversión que tanto trabajo le había costado lograr. Y cuando llegue la sequía de capitales para los emergentes tras un eventual aumento de las tasas de interés en Estados Unidos, los primeros que sufrirán las consecuencias serán los peor calificados.

Son para el gobierno de Moscú las consecuencias de vivir en la zona de confort de los enormes ingresos de sus vastos recursos energéticos.

México se cansa de decir que todos debemos estar tranquilos porque las coberturas nos arropan de la tormenta de los precios bajos del petróleo, lo cual es parcialmente cierto y de utilidad para mandar mensajes tranquilizadores a los ciudadanos.

Pero es totalmente insuficiente para los analistas de las firmas calificadoras, que entienden muy bien que el daño es profundo para una economía como la mexicana, que depende en una tercera parte de ese ingreso para su gasto.

Está claro que el paquete económico del próximo año deberá tener medidas de austeridad muy drásticas para cubrir los gastos como están hoy, lo que se antoja como un costo mayor para las finanzas públicas.

Sí, bajo las condiciones actuales del gasto público la calificación crediticia de México está en peligro. Una degradación en estos momentos tendría un costo financiero tan alto que provocaría una caída mucho más drástica que si en este momento deciden iniciar con los recortes al gasto público.

No se trata de una graciosa concesión, no es una previsión porque tengan plena conciencia de la importancia de las finanzas públicas, es una obligación del gobierno federal iniciar con ese proceso de menos gasto para evitar un choque financiero al inicio del 2016.

Hay elecciones en turno, mal momento para gastar menos, pero un mensaje de austeridad podría convencer a los analistas internacionales de que antes de las apariencias está la salud financiera.

Sin embargo, una degradación de la deuda mexicana podría tener efectos económicos con alcances hasta el 2018, lo que evidentemente no quisieran ver desde el gobierno federal.

Desde el gobierno dejan ver a través de sus voceros que podrían decidir pronto un recorte al gasto público para este año, lo cual seguro se hace pensando en la salud financiera, pero también en la imagen que hay que conservar a través de las calificaciones internacionales.