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Hasta el insensato “comes y te vas” de Vicente Fox, en abril del 2002, manera torpe y nada diplomática de evitar que la presencia de Fidel Castro en la Cumbre Económica de Monterrey coincidiera con la llegada al evento del presidente de Estados Unidos, George W Bush, las relaciones entre Cuba y México habían sido notoriamente buenas. Posteriormente, nuestro país se unió a la mayoría de los estados pertenecientes a la Organización Mundial de las Naciones Unidas (ONU) para protestar por la intolerancia del gobierno de Cuba en cuestión de derechos humanos. Si bien éstos incidentes deterioraron el nexo cubano-mexicano, las relaciones diplomáticas fueron conservadas.

Fue durante la Guerra Fría, al triunfo de la Revolución Cubana en 1959 y los años que siguieron cuando México, con el presidente Adolfo López Mateos al frente, a pesar de la coacción de Washington, demostró su apoyo al nuevo gobierno de la Habana. En 1961 el gobierno mexicano protestó con vehemencia ante las Naciones Unidas por la invasión de Bahía de Cochinos. En 1964 nuestro país fue el único miembro de la Organización de Estados Americanos (OEA) que no acató la iniciativa de Estados Unidos de romper relaciones diplomáticas con la isla.

Durante los años que siguieron el gobierno de Fidel actúo con la seguridad de contar con el apoyo de México en una región hostil.

Una investigación de Isaac Campos Costero y Gustavo López de la O, traducida por Midiala Rosales Rosa para el portal proceso.com.mx nos revela que documentos recientemente desclasificados ofrecen evidencias de que la condescendencia de Estados Unidos hacia la actitud de México en el tema cubano estuvo basada en un acuerdo confidencial entre los gobernantes mexicanos y sus homónimos estadounidenses.

“Los documentos ilustran las formas en que México ejecutó una peligrosa danza diplomática: mantener una postura pública de apoyo al régimen de Castro mientras, secretamente, concedía mucho más a la presión de Estados Unidos de lo que han creído los analistas”.

Inclusive, un presidente rabiosamente anticomunista como Gustavo Díaz Ordaz, mantuvo en muy buen término la relación México-Cuba. En 1967, una guerrilla cubana incursionó en Venezuela lo que motivó que el gobierno venezolano rompiera relaciones con Cuba. Al respecto, el segundo de la embajada estadounidense en México, Henry Deatbon, envió un cable al Departamento de Estado: “Fui informado desde mi reciente arribo al puesto, que GM (Gobierno Mexicano) tiene entendimientos informales de altos niveles con gobierno de Estados Unidos para mantener relaciones con Cuba, para que un país de la OEA mantenga un pie en esa puerta, lo cual pudiera resultar de gran ayuda (…) No deberíamos darle la impresión a GV (Gobierno Venezolano) que deseamos presionar a GM ni siquiera secretamente”.

En los documentos desclasificados existen pruebas que a través de la Embajada de México en la Habana, el gobierno de Estados Unidos recopilaba información sobre el desarrollo económico, político y social de Cuba.

Hoy son otros los tiempos, el gobierno mexicano de la 4T y el cubano son más afines. Los acuerdos apuntan a intensificar y restaurar la relación bilateral. Sin embargo quisiera terminar con dos asuntos manifestados por nuestro presidente que me dejan con la impresión de que, si bien con otra tesitura, seguirá la ambivalencia en el trato. AMLO condenó “la perversa estrategia del bloqueo estadounidense”. Expresó también su esperanza “de que la revolución cubana renazca en la revolución. Que la revolución sea capaz de renovarse”.

10 de mayo no se olvida
Las madres valoran nuestra existencia más que nuestros logros. Nunca di nada por perdido hasta que mi madre no pudo encontrarlo. Mi madre era oftalmóloga: “Verás cuando lleguemos a casa”. Mi madre me enseñó a ser ventrílocuo: “ Cállate y contéstame, ¿por qué lo hiciste?