El amor paterno es comprensible y hasta digno de alabanza, pero no justifica el arremeter contra medios y periodistas cuya labor no es alabar ni halagar a los que tienen el poder, sino denunciar, disentir, buscar opciones
Imposible negar que el presidente López Obrador se encuentra inmerso en un embrollo del cual, según mi punto de vista, más que salir parece hundirse en él. AMLO, acostumbrado a ser víctima de las circunstancias y a sacar partido político de ello, ahora se le percibe como verdugo.
Por supuesto que las notas periodísticas referentes a sus hijos —la de los chocolates Rocío y la de la casa gris de Houston— que detonaron el affaire que lo está desgastando, tuvieron la intención de menoscabar su discurso moralizante de que en su gobierno no hay tráfico de influencias ni conflictos de intereses. Pero, yo pregunto: ¿qué no hay o no hubo, alguien cercano al mandatario que le dijera o diga: presidente no se suba al ring por esos temas, va usted a crear un ruido innecesario, deje que sus hijos se defiendan solos; réstele importancia al asunto? Los posteriores hechos y dichos del ejecutivo federal hacen pensar que no hubo, no hay, quien lo aconseje. O, tal vez, sí exista un encargado de asesorar y aconsejar a nuestro gobernante, pero una de dos: o prefiere quedarse callado para no ser interpretado como desleal —perteneciente al bloque conservador—, o le dice la manera conveniente de actuar, pero al inquilino de Palacio Nacional le entra por una oreja y le sale por la otra. Se hace lo que al tabasqueño le sale del fondo del Usumacinta.
Cuando se refirió al reportaje “Sembrando vida y la fábrica de chocolates” que difundieron la revista Proceso y Carmen Aristegui en el que se divulgó que la finca de sus hijos se beneficiaba del programa aludido, el enojo del primer magistrado lo llevó a decir que tanto la periodista como la publicación buscaron mancharlo “con la máxima del hampa del periodismo de que la calumnia cuando no mancha tizna”.
Después de la revelación de Carlos Loret de Mola en Latinus sobre la forma de vida José Ramón López Beltrán y su pareja, López Obrador exhibió un escrito que, según dijo, le dio una mano anónima donde se detallan los abundantes ingresos económicos del periodista. ¿El presidente le cree a la primera persona que le acerca un pliego que favorece su estrategia de si no manchar cuando menos tiznar al comunicador? Inclusive, pidió al Instituto de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos (INAI) investigar y hacer públicas las percepciones y bienes de Loret, su familia y socios. Asunto al que respondió la presidenta del Consejo Consultivo de la Institución, Nuhad Ponce: “Al Inai no es a quien hay que requerirle la información sobre un particular, no importa quién lo solicite”.
El amor paterno es comprensible y hasta digno de alabanza, pero no justifica el arremeter contra medios y periodistas cuya labor no es alabar ni halagar a los que tienen el poder, sino denunciar, disentir, buscar opciones. El cariño y el afecto por sus vástagos ha llevado al presidente de la República a violar varias leyes según pregonan los eruditos en el tema y magnifican sus malquerientes a los que les da armas para que lo sigan atacando. Esta vez, al parecer, le dieron un gancho al hígado
Por su parte el Grupo Parlamentario de Morena en el Senado de la República, emitió un comunicado del que transcribiré un párrafo que parece sacado de un manual de redacción del PRI en el sexenio de Díaz Ordaz: “El presidente Andrés Manuel López Obrador encarna a la nación, a la patria y al pueblo; los opositores al presidente, por consiguiente, buscan detener los avances para darle al pueblo de México un futuro más digno”. Así o más lisonjero, halagador, zalamero, cobista, obsequioso, meloso, embelecador, panegirista o lameculos.
No es lo mismo
El expresidente de Honduras que el presidente en honduras.
Meme
De los 5 kilos que quiero bajar para Semana Santa, ya nada más me faltan 10.