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Para que se cumpliera con la expectativa de crecimiento que tiene la Secretaría de Hacienda para este año, de algo cercano a 1 punto porcentual, este cuarto trimestre debería crecer a una tasa que no la tiene ni China.

La realidad es que la apuesta para estos poco más de 60 días que le quedan al año será ver si al menos el Producto Interno Bruto (PIB) de México logra quedarse en el terreno positivo, por arriba del cero que arrastra en lo que va de este 2019.

Mañana será un día de malas noticias para la economía, porque podremos comprobar en los números lo que el industrial siente en sus niveles de producción, lo que el constructor ve en su maquinaria detenida, lo que el comerciante siente en sus ventas. Pero también lo que el mesero percibe en sus propinas y el taxista en su cuenta: que la economía no se mueve.

Este miércoles amaneceremos con la primera lectura que hace el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) del Producto Interno Bruto al cierre del tercer trimestre del año. Ojalá desde la máxima tribuna de la 4T no se le vayan encima al mensajero y el Inegi reciba una andanada por los datos publicados.

Ojalá el Inegi siempre defienda su autonomía y la honestidad de sus cifras, por más malas que éstas sean.

Los dos datos preliminares más cercanos a la medición de toda la economía del tercer trimestre son los resultados del Indicador Global de la Actividad Económica de julio, con una contracción de 0.6% y agosto con una baja de 0.4% en términos anuales.

Septiembre no pareció ser muy diferente, aunque haya mostrado quizá algún aumento marginal. Pero el resultado neto apunta a un PIB trimestral negativo que habremos de conocer mañana.

Evidentemente que los cambios que hagan los analistas, las firmas calificadoras, los bancos o los organismos internacionales del estimado del comportamiento económico para este año ya servirán para la anécdota.

Ya no modifican nada en las decisiones de este 2019. Pero este comportamiento posiblemente negativo tiene mucho que ver con lo que ocurra en el 2020. En términos prácticos nada cambia, más allá de la hoja de un calendario.

Hay eventos cíclicos, como la enorme actividad comercial de diciembre, que se enfría en enero. Una elevada tasa de desempleo en el duodécimo mes del año, que empieza a enmendarse en el primer mes del año siguiente, en fin. Pero realmente la economía no cambia en nada cuando cambia el año.

Así que, si en esta parte final del 2019 tenemos una economía estancada y posiblemente en ese escenario de recesión técnica, así continuará en las quincenas por venir.

Sobre todo, porque no hay nada que pareciera cambiar la suerte del desempeño económico.

Lo que sí debería hacer el dato preliminar del PIB que se publicará mañana es hacer que se reconsideren los supuestos económicos del paquete económico del 2020.

Los otros datos, las clases de economía moral, el alejamiento del neoliberalismo por un nuevo modelo de finanzas del pueblo bueno de nada sirven para cumplir con las ambiciosas metas de ingresos del próximo año.

Parece que el proceso legislativo ya no da margen para cambiar la ley de ingresos, pero los diputados tienen oportunidad de recalcular el presupuesto de egresos, para que tan pronto como inicien los incumplimientos, vengan desde el origen los gastos recortados.

Por lo pronto, mañana tendremos otra dosis de realidad de una economía tan mal llevada que veremos cómo el PIB mexicano camina por el piso del cero crecimiento.

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