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Cualquier explicación que se quiera dar sobre el pobre comportamiento económico de México que implique al resto del mundo siempre sonará a pretexto. Porque la razón más popular pasa siempre por el manejo económico local, por el mal gobierno e inevitablemente por el propio presidente de la República.

Con los tiempos políticos encima, será más recurrente encontrar referencias opositoras al mal manejo de Peña Nieto de la economía y el pobre crecimiento económico. Desde el partido en el gobierno responderán que lo que hoy tenemos es mejor que lo que dejaron los gobiernos panistas, sin atinar a explicar que la mayor parte de las consecuencias en la economía mexicana son importadas.

Las economías emergentes, a las que pertenece México, perdieron todo su brillo hace un par de años y comenzó un deterioro de este tipo de países.

Dentro de este grupo de naciones hay algunas que son básicamente exportadoras de materias primas y otras que han logrado un buen nivel de exportación de manufacturas, otras tantas tienen un mercado interno más desarrollado.

Las de peor desempeño son las que exportan productos básicos, sean mineros o agropecuarios, y que dependen de estos precios internacionales. Esto se nota muy bien en las recientes revisiones a la baja en las expectativas de crecimiento del Fondo Monetario Internacional.

Ecuador, por ejemplo, tiene una dependencia exportadora de petróleo, plátanos, flores y camarones. Su economía tiene un pronóstico de caída este año de casi 3% y mantendrá el estado recesivo el próximo año.

Venezuela, que es el superlativo de la dependencia de una materia prima y del mal gobierno, estima una contracción brutal, histórica, de 10% en su economía este año y durante el 2017 de al menos 4.5 por ciento.

Brasil, que siempre será el referente para la comparación con México, no está en ninguna bonanza. Es verdad que su moneda se ha apreciado más que el peso mexicano y que sus mercados financieros ofrecen oportunidades de rendimiento que hoy no se ven acá, pero lo primero que hay que ver es que aquellos vienen del piso de una crisis profunda.

Y en materia económica, Brasil espera este año una contracción de 3.3% y para el 2017 con suerte algo más cercano a 0 % de crecimiento.

México es un país híbrido, con baja dependencia exportadora del petróleo pero con alta dependencia del crudo para los ingresos. Las malas decisiones financieras del gobierno sí complicaron el panorama de la deuda. Pero México es un país con un mercado interno creciente y con una industria exportadora que es fuerte, pero dependiente casi en su totalidad de Estados Unidos.

En fin, estos mismos pronósticos del Fondo Monetario Internacional, revisados a la baja, estiman que este país habrá de crecer este año 2.1% y durante el 2017, 2.3 por ciento.

Cierto que el gobierno había prometido crecimientos a estas alturas de 5% y que la irresponsabilidad macroeconómica pesa en el tipo de cambio y de paso en la inflación y las tasas de interés, pero tampoco el mundo ofrece mucho margen de maniobra para crecer.

De hecho, no hay una sola nación comparable a México que hoy pueda presumir un crecimiento dinámico.

Es sin duda una tormenta global, pero con inundaciones y repercusiones meramente locales.