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¿Tendrá éxito el Corredor Transístmico? La idea parece tener sentido: crear un camino logístico que una el Océano Pacífico con el Golfo de México. Ir de Salina Cruz a Coatzacoalcos a través de vías férreas y carreteras. Impulsar 10 polos de desarrollo regional en Oaxaca y Veracruz, una zona que necesita inversiones y un plan para cerrar la brecha que las separa del norte de México. Ofrecer estímulos fiscales para detonar un área geográfica que, aunque está deprimida, tiene ventajas naturales y logísticas para convertirse en una región altamente productiva.

El proyecto fue presentado a principios de sexenio, como parte de un póker de obras emblemáticas del presidente López Obrador. El corredor es “hermano” de la Refinería Dos Bocas; del Tren Maya y del Aeropuerto Felipe Ángeles. Es hermano, pero es el “más listo” de la familia. No nace de una cancelación multimillonaria, como el AIFA. No implica una enorme destrucción medioambiental, como el Tren Maya. No es un homenaje al Siglo XX, una forma de pedir al tiempo que vuelva, como es la refinería. Es algo que tiene sentido en la tercera década del siglo XXI y en los años por venir.

El calendario juega en contra del Corredor Transístmico. Estamos a 16 meses de que concluya el sexenio y faltan muchas cosas por hacer. Para empezar, concluir las vías férreas y el mejoramiento/ampliación de las carreteras. Mas importante, darle forma y sentido a lo que serán los polos de desarrollo. Construir y afinar el andamiaje legal. Encontrar una narrativa o relato capaz de atraer los inversionistas que se necesitan, con visión de largo plazo y capacidad de funcionar como “locomotoras” de otras empresas. Hacer las inversiones públicas que se requieren en dos estados que tienen profundas carencias en materia de infraestructura social: Veracruz y Oaxaca están en la parte baja de la tabla en materia de vivienda, servicios educativos y de salud.

¿Se acuerdan de las Zonas Económicas Especiales? El sexenio pasado, el gobierno mexicano lanzó un ambicioso proyecto para desarrollar el Sur-Sureste. Eran siete zonas económicas especiales, ubicadas en Lázaro Cárdenas-La Unión (Michoacán y Guerrero); Puerto Chiapas (Chiapas); Progreso (Yucatán); Seybaplaya (Campeche); Dos Bocas (Tabasco) y… Salina Cruz y Coatzacoalcos.

Las Zonas Económicas Especiales nacieron en 2016 en la oficina de Luis Videgaray. Contaban con recursos públicos para infraestructura y en forma de subsidios para inversionistas “pioneros”. Partían de una premisa interesante: los polos de desarrollo no serían los municipios más pobres, sino aquellos que tenían más potencial, dentro de los más pobres. Iban tan en serio que se hicieron modificaciones a los marcos legales, federal y estatales para “garantizar” su permanencia transexenal.

¿Cuánto dinero se perdió con la cancelación de las zonas especiales? No hay cifras con precisión equivalente a las que se refieren a lo que pasó con el aeropuerto de Texcoco. Hay que tomar en cuenta que en las ZEE no hubo inversión física en un monto remotamente parecido al del aeropuerto. Sólo como referencia, en el corte de caja de fines del sexenio pasado, se decía que había cartas de intención para invertir 8,234 millones de dólares. El potencial de inversiones ascendía a 42 mil millones de dólares.

A AMLO no le convencieron ni los números ni la narrativa. En abril de 2019, AMLO anunció el final de las Zonas Económicas Especiales. No cumplieron los fines para los que fueron creadas, dijo el presidente al anunciar la liquidación. Criticó también los negocios que se hicieron en ellas. Habló de especulación en la venta de terrenos y otras cosas que nos dejó a la imaginación, pero no presentó denuncias. Dijo que los objetivos de desarrollo del Sur/Sureste se podrían cumplir mejor con el Tren Maya, la Refinería y el Corredor.

¿Cómo tratará el próximo presidente a este corredor logístico? La historia mexicana está llena de abandonos de los proyectos preferidos de los expresidentes. Cuando hablamos de la necesidad de inversionistas con visión de largo plazo, no sólo estamos hablando de empresas privadas. El proyecto requiere inversiones públicas sostenidas a lo largo de varios sexenios. Por razones obvias, el compromiso más importante es del próximo presidente o de la próxima presidenta. Una ola de grandes erogaciones serán necesarias del 2025 en adelante. Es promoción, mantenimiento y renovación de la infraestructura. Es compromiso con el desarrollo y atracción de talento. Inversiones sostenidas en educación, salud, cultura, seguridad pública.