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Olviden Evergrande. Mejor dicho, póngalo en perspectiva. Los problemas de este gigante inmobiliario son enormes, pero lucen pequeños cuando se comparan con la incertidumbre que genera la redefinición de las reglas del juego en China.

Estamos en el año del centésimo aniversario del Partido Comunista y hay un reacomodo de placas tectónicas en el país más poblado del mundo que es también la segunda mayor economía del planeta. Eso es lo que tiene en vilo a los mercados y produce noches de insomnio para los expertos en Geopolítica en Occidente.

El centenario de la fundación del Partido Comunista de China es una ocasión propicia para que el señor Xi Jinping deje claro quién manda. China es el país con más billonarios del mundo, pero no ha renunciado al Comunismo, aunque sea en su versión ultracapitalista. En 2021, son 1,058 ciudadanos chinos los que tienen fortunas mayores a los 1,000 millones de dólares, comparado con 696 estadounidenses. Para los que gusten tomar nota de los símbolos, la fuente es la revista china Hurun, no las neoyorquinas Forbes ni Bloomberg.

Dejar claro quién manda empieza por poner reglas nuevas en el juego. Esto ha sido el pan de cada día para los gigantes tecnológicos, como Alibaba, Baidu, Didi o Tencent. La presión para estos unicornios gigantes incluye medidas antimonopolios y restricción al uso de algoritmos, además de supervisión de sus bases de datos. La política empezó a fines del año pasado con la prohibición de la colocación de acciones de Ant, el brazo financiero de Alibaba. Todo estaba preparado para crear la empresa financiera más valiosa del mundo, con más de 1,000 millones de clientes. El régimen canceló la emisión faltando un cuarto para las 12. Dejó claro que no le gustaba que Jack Ma se comportara como un rockstar, pero le gustaba menos que criticara a la burocracia supervisora del sector financiero. Ni hablar de la posibilidad de que se convirtiera en el hombre más rico del mundo y contrapeso empresarial al poder político del PC.

El despliegue de fuerza de Pekín no se limita a los unicornios. El año pasado, la autoridad china puso límites muy estrictos al endeudamiento en el extranjero para las corporaciones. La medida tenía sentido desde una óptica financiera, pero también desde la lógica del control político: acudir a los mercados financieros foráneos requiere de un plan de negocios creíble, pero también de un “certificado de buena conducta” por parte de Pekín. Este cambio de reglas agravó los problemas de Evergrande y puede crear la quiebra de muchas empresas, pero eso es un costo menor en estos momentos de definición de nuevos roles.

En julio del 2021, el gobierno chino puso candados al negocio de la educación privada complementaria a la formación oficial. Este negocio había crecido hasta convertirse en un gigante que facturaba billones de dólares, entre otras cosas por la presión social de criar “niños triunfadores”.

La semana pasada, China se convirtió en el primer país relevante en anunciar la prohibición total de las criptomonedas, en todas sus facetas: minería, distribución y uso como medios de pago. Las considera un riesgo para la estabilidad del sistema financiero y un mecanismo que fácilmente puede ser utilizado para operaciones de lavado de dinero.

Son intervenciones del gobierno que están expresadas a nivel macro, pero también en reglas que atienden los detalles: para reducir el número de horas que los menores de edad pasan con los videojuegos se obliga a empresas como Tencent a colaborar en la instrumentación de la política pública. Para combatir la cultura de celebridades, se prohíbe las producción de listas tipo ranking de famosos en red. Para cerrar la pinza en la prohibición del Bitcoin, le toca a Alibaba cancelar el comercio de algunos artículos que se utilizaban para la minería de ciberdivisas. Para evitar que la molestia por los problemas de Evergrande, se conviertan en un movimiento social desestabilizador se verifica que WeChat, la mayor red social de China, no deje crecer en la plataforma grupos de deudores de la inmobiliaria.

Las medidas que ha tomado Pekín serían imposibles de implementar en Estados Unidos o Europa. Eso no quiere decir que allá no vayan a tener éxito en el corto, mediano o largo plazo. A Pekín le preocupa que proliferen grandes empresas sin responsabilidad en lo social ni control en lo político. Xi Jinping aspira a un capitalismo con un nivel de disciplina que no existe en Occidente. Su meta es que China sea la primera potencia del mundo, no la cuna de 10,000 mil billonarios. ¿Qué importa que se pongan nerviosos los mercados?