Sus rostros de sin siquiera saber de dónde viene esa luz o hacia dónde tienen que esconderse. Los han encontrado, los han atrapado y el después luce tan oscuro como su alrededor
Tomar la decisión de dejar tu casa, tu familia y lo mucho o poco que hayas tenido para ir en búsqueda de algo mejor, sin siquiera sabe qué incluye ese parámetro que por sí mismo hablar y se percibe que todo será mejor.
La incertidumbre bloqueada por el incesante deseo de salir, de huir, de abandonar y de empezar de nuevo con tan poco, que lo único que incluye en tu equipaje es lo que puedes sostener con tus dos manos.
Cientos de hombres y mujeres, con niños de por medio han partido el lago trayecto de cruzar nuestro país para acercarse lo más posible a Estados Unidos. Aún y con las noticias donde muchos de sus compatriotas no han logrado culminar su objetivo de estar “del otro lado” sanos y salvos, siguen y parecen no querer detenerse.
Si el Río Bravo tuviera habla, podría contarnos historias de terror y de lucha de miles y miles de hombres y mujeres que han querido cruzarlo y no lo han logado. A veces se mantiene quieto y solo observa sabiéndose partícipe del lance que llevan estas personas para aventurarse de día y de noche a querer cruzarlo.
Guatemaltecos, Salvadoreños, Hondureños y Ecuatorianos han pasado más de un mes en llegar hasta Río Grande, Texas. Van sin nada, pero en sus espaldas, llevan todo.
Los coyotes están listos, preparados para moverlos, estafarlos y hacerles creer que sí tienen oportunidad de que Estados Unidos los reciba y puedan re iniciar ssus vidas o en su peor escenario, sus hijos pueden ser recibidos.
Entre la oscuridad de la inmensa noche, los coyotes ya tienen lanchas preparadas para cruzar a quien quiera hacerlo. Entre los árboles y los ruidos nocturnos de un espacio tan desolado, se pueden escuchar los murmullos, las pisadas y el sonido del agua moverse.
El fotoperiodista Peter van Agtmael de la agencia Magnum y quien ha publicado su última cobertura en el diario New York Times, pasó la última semana en este punto fronterizo para documentar la ya crisis humanitaria a la que nos enfrentamos de este lado de los territorios México y Estados Unidos.
No hay cómo sostener a tantos migrantes rechazados por el país vecino, no tenemos si quiera ningún plan de trabajo real y con visión a que ellos mejoren y que los nuestros no se queden sin oportunidades.
Este año se ha superado la llegada de familias enteras queriendo cruzar al otro lado, es decir, en los últimos 15 años nunca se había llegado a más de 172mil personas queriendo ser parte de aquel sueño americano del que tanto hablan, y que sobre todo les ofrece la idea de que allá estarán mucho más seguros y respaldados que en sus propios países.
Sin olvidar que también han llegado alrededor de 18,700 menores de edad sin ningún tipo de acompañamiento, jugándosela a los inminentes riesgos que nuestro país y el vecino, les ofrecen.
Una problemática humanitaria y también de liderazgo. Pareciera que quien gobierna estos países no están pudiendo con el paquete y el problema comienza a crecer tanto que se ha convertido ya una crisis que incluye a nuestro país.
Esta fotografía de van Agtmael es casi una pintura, un momento en el que son descubiertos los soñadores y los que venden falsos sueños.
En medio de la oscuridad, como una especie de metáfora de sus propias vidas, en donde no pueden ver siquiera lo que están dejando a sus espaldas y mucho menos pueden tener claro lo que les espera hacia adelante.
El frío de una noche desconocida, bajo unas aguas que guardan la fiereza de quien enfurece de manera sorpresiva cuando se ven invadidas.
Decidir ir el todo por el todo, sin la certeza de nada. Llevar a tus hijos en brazos como una especie de escudo poderoso que les inyectará la energía suficiente y sobre todo las razones que les justifiquen el riesgo y la hazaña.
Esta imagen es la captura de sus vidas, entre desconocidos han decidido apostar a pasar frío, hambre y desolación con tal de no volver más a ese país en donde nadie los ha escuchado, ni les ha tendido una mano.
Sus rostros de sin siquiera saber de dónde viene esa luz o hacia dónde tienen que esconderse. Los han encontrado, los han atrapado y el después luce tan oscuro como su alrededor.
Terriblemente triste.
Foto: Peter van Agtmael / NYT