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La mejor muestra de por qué hay que defender las instituciones en México nos la da el propio presidente Andrés Manuel López Obrador.

Y no precisamente por distinguirse como un defensor del funcionamiento estructurado de un gobierno, sino porque la resiliencia de las instituciones mexicanas, creadas a lo largo de tantas décadas, queda demostrada cada mañana de exabruptos en la conferencia de Palacio.

Sigue el proceso de desmantelamiento de los organismos públicos de México, en un afán de tener la mayor cantidad de hilos controlados con el manto presidencial, reforzado por miles de millones de pesos de los programas asistencialistas que crean dependencia social.

Busca ahora la 4T acabar con el Sistema Nacional Anticorrupción, con las instituciones que se encargan de combatir la discriminación, de atender a las personas mayores, a los migrantes, de frenar el cambio climático. En fin, una nueva lista de 17 víctimas de un modelo autocrático en construcción.

Sin embargo, México se mueve. Hay intentos de infectar las raíces de la vida institucional regida por la Constitución con la contrarreforma energética en curso, ahí viene la intentona de hacerse del control de las instituciones electorales y de perpetuar la militarización de la seguridad pública.

Con todo, los tradicionales termómetros de la inestabilidad, como lo son los mercados financieros, están tranquilos y atentos a otra cosa.

En el México centralizado y opaco de principios de los años 90, cuando no había más voluntad que la del Presidente en turno, un arranque histriónico, no del Presidente, sino del Secretario de Gobernación y una escandalosa carta de renuncia en 1994, fue suficiente para tirar los mercados.

Hoy, ese mensaje radical de cada mañana ha sido asimilado como un discurso político-electoral a un determinado grupo de interés y no como directriz de un jefe de Estado.

Puede el presidente Andrés Manuel López Obrador usar la tribuna de su habitual conferencia mañanera para romper relaciones con España, o para ponerles “una pausa”, y al mismo tiempo el peso ganar terreno frente al dólar de forma importante, como lo hizo ayer.

El Índice de Precios y Cotizaciones de la Bolsa Mexicana de Valores no vivió un crack, más bien siguieron las ganancias rumbo a recuperar los máximos históricos de hace menos de un mes.

La discusión en los mercados está dominada por los resultados inflacionarios de ayer en México y de hoy en Estados Unidos. Hay más preocupación por el rompimiento de Rusia con la OTAN que por las acusaciones de “promiscuos” y “saqueadores” a los españoles por parte de López Obrador.

Eso sí, toda esa carga de polarización, radicalización, omisiones y acciones anti empresariales del régimen actual sí han provocado un derrumbe en la inversión productiva.

Pueden los mercados financieros desentenderse, por ahora, del folklor político, porque conocen su velocidad de reacción para salir cuando toda esa carga sea insostenible.

El hecho de que los participantes de los mercados sean ahora de piel gruesa ante esos estilos radicales de gobernar, no significa que no sepan dónde está el botón de emergencia que los haría volar en segundos.

Pero las inversiones directas, locales o extranjeras, que requieren de certeza para arriesgar sus capitales cada vez son más escasas y temerosas.