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El mismo día de su salida al público, el acuerdo para la inversión y el crecimiento que firmaron las cúpulas empresariales y el nuevo gobierno sufrió su primer revés.

La Comisión Nacional de Hidrocarburos, cuyos asientos ocupa hoy gente afín a la contrarreforma energética del Presidente, canceló licitaciones otorgadas a empresas privadas por algo así como mil 500 millones de dólares.

Desconoció también el compromiso asumido por el acuerdo en el primero de los sectores de inversión pactados, justamente el energético.

En este apartado, el acuerdo dice, textualmente: “Sector energético. Se deben cumplir los contratos de inversión suscritos entre empresas y el sector público para incrementar la producción de petróleo, gas y energía eléctrica; fomentar la producción de energías limpias y renovables; y coadyuvar a desterrar la corrupción en Pemex y en la Comisión Federal de Electricidad”.

La decisión de la Comisión Nacional de Hidrocarburos va precisamente en el sentido contrario, pues cancela, incumple, “contratos de inversión suscritos entre empresas y el sector público”.

Es perfectamente posible que las cancelaciones de la Comisión Nacional de Hidrocarburos vengan de un proceso de toma de decisiones anterior, distinto a las que condujeron al acuerdo.

Es decir, que no sean una cachetada con dedicatoria a la parte del acuerdo sobre la certidumbre política que necesita el sector energético.

La cancelación puede tomarse como una afrenta deliberada o como un tropezón sintomático del mayor problema real que tiene el acuerdo, a saber, que quiere acercar dos visiones opuestas de inversión y desarrollo, la visión del nuevo gobierno y la visión del sector privado.

Sería una buena noticia para México que esas dos visiones encontraran un punto intermedio donde negociar.

Es lo que me parece interesante del acuerdo. No que sea ya un punto de llegada sino que pueda ser un punto de partida para el diálogo de dos fuerzas cuyo choque no puede sino dañar el futuro de México. El futuro del gobierno tanto como el de la economía privada.

Y el futuro de los mexicanos en general, en particular de los que menos tienen, que nunca han sacado nada bueno, dígase lo que se diga, del pleito del poder político con el poder económico.

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