Elecciones 2024
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Si alguien llegó a callar la boca de aquéllos que creen que el populismo es sólo cuestión de las izquierdas fue Donald Trump.

Las barbaridades que dice este precandidato a la presidencia de Estados Unidos no son palabras aisladas, es un discurso bien articulado que busca enrolar a su causa a los grupos más radicales, no los más reflexivos, que quieren ver en “los otros” la causa de las desgracias personales.

Confiscar el sueldo de un trabajador para pagar la seguridad de corte bélico de una frontera común es una enorme insensatez.

Y a pesar de que este white anglo-saxon protestant propone algo incongruente e irrealizable, como confiscar las remesas para construir un muro transfronterizo, lo cierto es que está alentando un sentimiento de odio entre amplios grupos de esa sociedad.

El costo es político para el Partido Republicano, que aunque no lo elijan como su candidato presidencial, sí eleva el tono de un discurso que se radicaliza. Porque no hay duda de que las palabras de Trump hacen ver al Tea Party como un juego infantil de té.

Ya no hay mucha diferencia entre el discurso de Trump y estas palabras: los intermediarios rapaces y pillos son ciudadanos que están trabajando en la desintegración de la región. No podían hacer hoy nada contra el pueblo si se les quitara fuerza, porque el que le quita al pueblo poder de decisión es culpable del hundimiento de la nación.

Éste es un fragmento de un discurso de 1923 del entonces ascendente Adolfo Hitler llamado “Derrotaremos a los enemigos de Alemania” y el destinatario de esas líneas era el pueblo judío. Nadie pues puede llamarse a la sorpresa de lo que hizo cuando llegó al poder.

Es muy difícil que Trump sea presidente; y si lo es, será difícil que confisque los salarios de los mexicanos. Pero el discurso queda, permea, aviva sentimientos xenófobos que no son ajenos a ciertos grupos raciales estadounidenses.

Cuando Trump se retire de la contienda republicana o después de que decida ser candidato independiente y fracase en su intento de ser presidente, su discurso quedará ahí para fomentar sentimientos de odio.

Porque él habla de delincuentes y maleantes como sinónimo de mexicanos, habla de perder lo esencial a manos de los ciudadanos del país del sur.

Y, sobre todo, ha logrado que le hagan caso en sus palabras y eso polariza, predica, provoca militancia en causas radicales.

El populismo es una amenaza real, contemporánea, peligrosa en todo el espectro político. Acá tenemos a nuestro eterno político furibundo Andrés Manuel López Obrador, que siempre ha sido capaz de minar a la sociedad, polarizarla y de sembrar un odio local.

Ahora fue capaz de aliarse con los sindicalistas de la CNTE de Oaxaca para oponerse a la regularización de los servicios de educación en esa entidad, para procurar la confrontación violenta a partir del próximo lunes que inicia el ciclo escolar.

Son justamente los momentos de crisis, de turbulencia, los que aprovechan estos iluminados para cumplir con sus personalísimos planes de poder. Los efectos del populismo son devastadores, lo han sido siempre en la historia, en todo el planeta y sin excepción.

Hay que ver cómo al final los extremos se juntan, la extrema derecha de Trump y la extrema izquierda de López se encuentran en sus ambiciones.