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Los precios de las materias primas energéticas a nivel global han registrado un drástico incremento en los últimos meses. El aumento, que se ha acelerado en las últimas semanas, ha llevado el precio de materias primas como el gas natural y el petróleo a sus niveles máximos en siete años, mientras que el carbón cotiza a niveles no vistos desde el 2008.

Para entender un poco mejor la magnitud de los incrementos, la tonelada métrica de carbón cotizó ayer en 240 dólares, un aumento de cinco veces contra el precio observado en agosto del 2020 y prácticamente el doble del máximo de los últimos cinco años registrado en julio del 2018.

En el caso del gas natural, el precio por millón de BTUs (British Thermal Units), se ubicaba ayer en 5.50 dólares en comparación con el mínimo pandémico de 1.30 observado en junio del 2020 y con un nivel prepandemia de aproximadamente 2.30 dólares.

Solamente en lo que va de este año, el precio del gas natural en Estados Unidos ha subido 122 por ciento.

En el caso del petróleo, el barril de Brent alcanzó casi 84 dólares ayer, un aumento de 320% con respecto a los mínimos pandémicos de aproximadamente 20 dólares observados al cierre de abril del 2020 y de 22% contra su nivel prepandemia de 69 dólares en enero del 2020.

El precio actual del Brent es prácticamente idéntico a su nivel máximo de los últimos siete años observado en octubre del 2014. Estos aumentos son consecuencia de varios factores fundamentales y otros coyunturales.

El primer factor fundamental es el fuerte incremento en la demanda de energía generado por la reactivación cíclica de la economía a nivel global después de un alto súbito y prácticamente total provocado por la pandemia.

El segundo factor es que la oferta de estas materias primas energéticas ha aumentado a una tasa menor que la demanda y los inventarios que se habían acumulado se han agotado.

Esto se debe a diferentes factores, unos de corto plazo y otros de largo. En el corto plazo, la producción de estas materias primas no puede ser reactivada al mismo ritmo que la demanda. Los yacimientos de producción de gas, carbón y crudo que dejaron de operar cuando los precios bajos hacían su operación inviable se tardan en recuperar sus niveles de producción una vez reactivados.

Vale la pena recordar que los niveles de producción se vieron afectados por doble partida durante la pandemia. En primer lugar, y de manera directa, por la suspensión de actividades. En segundo lugar, y de manera indirecta, por la caída de los precios que hacía inviable la operación de los yacimientos con costos de producción más altos.

En el caso específico del petróleo, la OPEP+ no ha querido aumentar la oferta más allá de lo pactado hace algunos meses. En el largo plazo, la oferta de materias primas energéticas de origen fósil se ve limitada por las iniciativas globales de migración hacia energías limpias que desincentiva la inversión en este tipo de proyectos.

Aunque la producción de energía de fuentes renovables ha aumentado considerablemente en los últimos años, actualmente 80% de la demanda de energía a nivel global se sigue satisfaciendo con combustibles fósiles.

Además de las razones fundamentales, la crisis se ha magnificado por factores coyunturales entre los que destacan algunas disrupciones climáticas y cuellos de botella en cadenas de suministro de varios bienes y servicios en donde las materias primas energéticas no han quedado exentas.

Para los expertos, los precios de estas materias primas deberían bajar en los próximos meses conforme los factores coyunturales se disipen y conforme los niveles de producción vayan recuperándose. Sin embargo, la presencia de nuevos factores coyunturales, como un invierno más fuerte de lo normal en el hemisferio norte, podrían contribuir a que los precios se mantengan elevados.