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La inflación en Estados Unidos está empezando a generar señales de preocupación entre los observadores de mercado. La inflación en abril, publicada la semana pasada, se ubicó en 0.8% con respecto a marzo.

Dicha cifra fue considerablemente mayor a 0.2% esperado por el mercado. Al incorporar el dato de abril, la inflación anual pasó de 2.6% en marzo a 4.2% en abril, su nivel más alto desde el 2009.

Por su parte, la inflación subyacente – que excluye del cálculo a los elementos más volátiles de la canasta como bienes agropecuarios y combustibles – en términos anuales pasó de 1.6% al cierre de marzo a 3.0% en abril.

Aunque las cifras tienen un efecto base importante derivado de la caída en los precios de ciertos bienes y servicios en el primer cuatrimestre del 2020 a causa de la pandemia y los especialistas esperaban un incremento temporal en las cifras inflacionarias, la magnitud del incremento ha superado todos los pronósticos y ha llevado a algunos expertos a cuestionar que tan temporal es este fenómeno.

Del lado de los que siguen viendo el brote inflacionario como algo transitorio sigue habiendo argumentos sólidos dentro de los que destacan los que mencionaremos a continuación.

El primero es que el repunte de precios observado en abril no se está dando de manera generalizada y está principalmente acotado a dos áreas: I) sectores en reapertura (como hostelería, transporte aéreo, restaurantes y renta de autos), y II) sectores con disrupciones en la cadena de suministro provocadas por la pandemia (el sector automotriz está siendo afectado por la escases global de semiconductores).

El segundo argumento es que aún hay un elevado nivel de holgura en el mercado laboral como se evidenció en el reporte de empleo de abril. Dicho reporte reveló que de los 22.3 millones de empleos perdidos entre marzo y abril del 2020 a raíz de la pandemia, solamente se han recuperado 14.1 millones, lo cual resulta en un déficit de 8.2 millones de empleos en comparación con el nivel pre-pandemia.

El reporte de empleo también reflejó que en algunos sectores hay una creciente brecha entre la oferta de trabajo y la demanda que no está siendo satisfecha a pesar del un incremento en los salarios.

Esto se puede deber a que hay gente que no ha podido regresar a trabajar porque: I) tiene miedo de ser contagiada; II) no tiene quien cuide a sus hijos por el cierre de escuelas y guarderías; o III) le va mejor cobrando el seguro de desempleo mejorado temporalmente que regresando a trabajar. Como hemos mencionado en este espacio, esta brecha tenderá a cerrarse conforme avance el plan de vacunación (y los niños puedan regresar a clases presenciales o a las guarderías) y cuando expiren los beneficios mejorados por desempleo en el tercer trimestre del año.

Aunque estos argumentos tienen mérito, el comportamiento de los precios en algunos sectores ha generado preocupación y llevado a algunos observadores a pensar que el incremento es más generalizado y que el impacto no es tan temporal.

Por ejemplo, hay especialistas que no ven una solución de corto plazo en los cuellos de botella que persisten en las materias primas y el mercado laboral. En los reportes de las empresas listadas en bolsa del trimestre concluido en marzo, el común denominador fueron las presiones en costos relacionados a lo largo de toda su cadena de suministro.

Esta situación podría desafiar la visión de la Fed de que las presiones inflacionarias son transitorias, obligando al banco central a restringir su política monetaria antes de lo planeado y de manera más agresiva. Una Fed menos acomodaticia podría tener implicaciones de gran magnitud para los mercados.