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En la última edición de Sin Fronteras analizamos las variables que contribuyeron al fuerte desempeño de los mercados bursátiles en el 2021.

En dicha edición, destacamos que el principal factor detrás del buen desempeño fue la enorme ola de liquidez generada por las medidas extraordinarias de política monetaria de los principales bancos centrales del mundo.

Las inyecciones de liquidez, aunadas a los apoyos fiscales y la reapertura económica, gracias a la llegada de las vacunas impulsaron un fuerte crecimiento de las utilidades de las empresas y contribuyeron a que los inversionistas siguieran destinando recursos a los mercados accionarios.

Durante el 2021, se estima que las utilidades por acción de las empresas que conforman el S&P 500 tuvieron un crecimiento cercano a 50% con respecto al 2020 y de 25% contra el 2019.

La comparación importante es contra el 2019 ya que el 2020 fue un año extraordinario en el que las utilidades de las empresas en el S&P 500 cayeron 14% por el impacto negativo de la pandemia.

El fuerte incremento entre el 2019 y el 2021 es un testamento de la fortaleza de la economía antes de la pandemia y de la fuerte recuperación detonada por la reapertura y los estímulos.

Aunque el crecimiento de 25% en las utilidades entre el 2019 y el 2021 es excepcional, el incremento en el índice S&P 500 durante el mismo periodo es de 47%, prácticamente el doble.

Esto quiere decir que casi la mitad de la apreciación de los últimos dos años en el S&P 500 se explica por una expansión en el múltiplo precio/utilidad al que cotiza el índice.

Un mayor múltiplo demuestra que los inversionistas estuvieron dispuestos a pagar más por las mismas empresas, reflejando un mayor apetito al riesgo.

Este incremento en el apetito al riesgo se explica principalmente por tres factores: I) tasas de interés de corto plazo en cero; II) tasas de interés de largo plazo en niveles extraordinariamente bajos y en territorio muy negativo en términos reales, gracias a las inyecciones de liquidez; y III) la expectativa de que las tasas de interés de corto y largo plazos se mantendrán en niveles extraordinariamente bajos por un tiempo considerable.

Como analizamos en la última entrega de Sin Fronteras, las expectativas para las tasas de corto y largo plazos están cambiando considerablemente. Hasta hace un par de meses, el mercado anticipaba que la Fed concluiría su programa de inyecciones de liquidez en junio de este año y que realizaría entre dos y tres incrementos en la tasa de corto plazo.

Ahora el mercado está anticipando que la Fed dejará de inyectar dinero al mercado en marzo y que los incrementos en la tasa de largo plazo sean por lo menos cuatro.

Algunas figuras prominentes, como el Chairman de JP Morgan, Jaime Dimon, inclusive han comentado que la Fed podría incrementar la tasa hasta en siete ocasiones durante el 2022.

Adicionalmente, algunos especialistas esperan que la Fed comience a disminuir su balance, retirando liquidez de los mercados a partir de la segunda mitad del año. De cumplirse estos pronósticos, estaríamos pasando de un entorno de Quantitative Easing a uno de Quantitative Tightening en tan solo unos meses.

En este contexto la tasa del bono del Tesoro a 10 años –que cerró el 2021 en 1.51% y actualmente se ubica en 1.77%– podría terminar el 2022 por arriba de 2.5 por ciento.

En un escenario en el que la expansión de múltiplos se antoja muy complicada, el principal impulsor del S&P 500 tendría que ser el crecimiento en las utilidades de las empresas, que el consenso de mercado ubica en 8 por ciento.

Sin embargo, algunos especialistas esperan una contracción en los múltiplos porque el índice S&P 500 podría tener un año con un incremento de 5-6% o inclusive negativo si la trayectoria del Quantitative Tightening se hace más pronunciada.

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