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El ciclo de expansión económica en Estados Unidos que comenzó en el 2009 y concluyó abruptamente con la llegada del Covid-19 en el 2020 es el más largo de la historia. Inclusive, se podría argumentar que, sin la interrupción provocada por el choque exógeno de la pandemia, el ciclo muy probablemente hubiera continuado.

Desde la Gran Depresión de 1929, la economía estadounidense ha experimentado, en promedio, una recesión cada cuatro años. A partir de la conclusión de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, las recesiones han ocurrido cada cinco años, en promedio. Sin embargo, este patrón se rompió a partir de 1980 con el comienzo de un ciclo económico conocido como la Gran Moderación.

Entre 1980 y el 2007, las recesiones se hicieron menos frecuentes y profundas. Durante este periodo se dio, lo que en aquel entonces fue el ciclo de expansión más largo de los últimos 90 años con una duración de 10 años –de marzo de 1991 a marzo del 2001.

La Gran Moderación fue interrumpida con la llegada de la Gran Recesión en el 2008. Aunque la recesión que comenzó en el 2008 fue muy profunda y dejó secuelas de debilidad durante varios años, la respuesta coordinada de las autoridades financieras a nivel global contribuyó a que dicha recesión fuera corta y sentó las bases para que la expansión que comenzó en julio del 2009 y terminó en marzo del 2020, se convirtiera en la más larga de la historia.

Sin embargo, este ciclo de expansión fue frágil y disparejo, sobre todo en la primera mitad, debido al devastador impacto que tuvo la explosión de la burbuja de apalancamiento que se gestó en los años previos a la crisis. La amenaza de una nueva recesión estuvo presente en diversas ocasiones, pero las autoridades monetarias lograron hilar fino, manteniendo los estímulos por un periodo muy prolongado y retirándolos de manera sumamente gradual.

El cese, prácticamente total, de actividades provocado por la llegada del Covid-19 provocó la recesión más profunda de la historia, pero de nuevo, la respuesta de las autoridades financieras, aún más audaz y decisiva que en la recesión anterior, en conjunto con el desarrollo de las vacunas permitió que la recesión fuera muy breve y que la recuperación fuera mucho menos frágil que la anterior.

A diferencia de la crisis del 2008-09 que fue generada por un problema estructural de sobrendeudamiento de los hogares y el sector financiero, en el 2020 la economía se encontraba en una situación saludable antes de entrar en recesión.

Después de entender la naturaleza de las últimas dos recesiones, queda claro que la economía estadounidense no ha tenido una recesión cíclica normal, es decir que no haya sido generada por un choque externo, desde hace muchos años. Para algunos observadores, la preocupación principal sigue siendo el impacto negativo de un choque externo, tal como el que estamos viviendo desde que Rusia invadió a Ucrania.

Este choque externo tiene diferentes mecanismos de transmisión indirectos que podrían contribuir a una nueva recesión. Sin embargo, para otros observadores, el principal riesgo de recesión vendría en la forma del agotamiento natural del ciclo económico actual en Estados Unidos, precipitado por la necesidad de aplicar una política monetaria más restrictiva ante las persistentes presiones inflacionarias, aunada y de la mano de un necesario apretón fiscal después del ambicioso despliegue de apoyos del 2020 y el 2021.

La Fed recientemente bajó su pronóstico de crecimiento del 2022 de 4 a 2.8% y mantuvo el del 2023 y 2024 en 2.2 y 2%, respectivamente. La mayoría de los especialistas no ven una recesión en el horizonte. Sin embargo, la minoría que si ve una recesión ha venido creciendo en las últimas semanas.

De acuerdo con la encuesta llevada a cabo por la cadena CNBC y la Fed, la probabilidad de recesión en los próximos 12 meses subió de 23% en la encuesta de principios de febrero a 33% en la publicada la semana pasada. Por ahora, la mayoría sigue apostando a que la Fed podrá controlar las presiones inflacionarias sin provocar una recesión.