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Las noticias internacionales de las últimas semanas han estado dominadas por el conflicto derivado de la inminente intervención rusa en Ucrania. La crisis político-militar en Ucrania tiene, como la mayoría de estas crisis, repercusiones económicas y financieras por lo que vale la pena entender el lugar de Ucrania y Rusia en el contexto global y las posibles implicaciones para los mercados.

De acuerdo con datos del Banco Mundial, la economía de Rusia ocupa el lugar número 11 en términos de tamaño y representa aproximadamente 1.8% del PIB global. La economía rusa es aproximadamente 40% más grande que la de México. Ucrania, por su parte, es la economía número 58 del mundo con un PIB que es aproximadamente una séptima parte del de nuestro país.

Claramente, la economía de Ucrania por si sola no cuenta con el tamaño ni la relevancia en términos de comercio internacional para provocar una crisis financiera internacional. Aunque la economía de Rusia es mucho más grande, tampoco tiene el tamaño, por si sola, para generar una crisis global.

Sin embargo, Rusia tiene un peso geopolítico que va mucho más allá de su poderío económico. Por un lado, Rusia es aún una de las potencias militares del mundo, con fuerzas armadas que solamente son superadas en tamaño –medido por personal en fuerzas armadas en activo– por las de China y Estados Unidos. Adicionalmente, Rusia juega un papel muy importante como proveedor de algunas materias primas de energía para el resto de Europa.

Europa importa aproximadamente 30% del gas que consume de Rusia y dicho porcentaje aumenta considerablemente para Alemania y los países de Europa del Este. Adicionalmente, Rusia también es el tercer productor de petróleo –aportando 11% de la producción global de crudo– y el principal exportador de trigo a nivel global mientras que Ucrania es un proveedor importante de maíz para el resto de Europa.

La situación actual en Ucrania es delicada porque podría derivar en un conflicto más profundo entre Europa Occidental y sus aliados con Rusia. La principal herramienta de disuasión que tiene el resto del mundo ante Rusia es la imposición de sanciones económicas y embargos comerciales a Rusia.

Dependiendo de la severidad y amplitud de dichas sanciones, podría haber un impacto importante a nivel global en los precios y suministro de algunas materias primas entre las que destacan el gas, el petróleo y el trigo, exacerbando las presiones inflacionarias.

La evidencia de los últimos 60 años indica que los conflictos armados han tenido solamente un impacto negativo temporal en los mercados accionarios de Estados Unidos –con la clara excepción de la crisis de Medio Oriente de los años 70 que provocó un aumento drástico en los precios del petróleo y detonó una recesión en Estados Unidos.

Esto se debe a que, a pesar del incremento en los canales de transmisión directa a causa de la globalización, las guerras suelen tener un impacto muy limitado en los fundamentales de la economía estadounidense y en las utilidades de las empresas que forman parte del S&P 500. Sin embargo, el contexto económico actual tiene más similitudes con el de la crisis de Medio Oriente de los años 70.

El conflicto actual viene a exacerbar un contexto ya complicado para los mercados que incluye la inflación más alta en los últimos 40 años, precios de materias primas en máximos de los últimos 10 años y una Fed apremiada por empezar a retirar los estímulos monetarios.

Es claro que existen grandes incentivos económicos para Rusia y el bloque de países de la OTAN para evitar un escalamiento crítico de la situación. Sin embargo, las motivaciones geopolíticas son mucho más difíciles de descifrar y esto es lo que añade incertidumbre a los mercados.

Lo que queda claro es que las sanciones tendrán que ser más amplias y severas que las aplicadas en el 2014, cuando Rusia anexó la provincia de Crimea. Sin embargo, la dirección de los mercados será mucho más sensible a otros factores, como la Fed, que a la situación en Ucrania.