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El 2022 fue un año marcado por una importante desaceleración en el crecimiento económico y el desvanecimiento de la tesis del fenómeno inflacionario como transitorio.

De acuerdo con los estimados más recientes, el PIB de Estados Unidos podría cerrar el 2022 con un crecimiento cercano a 1.8%, cifra considerablemente inferior a 5.7% observado en el 2021 y al consenso de proyecciones de inicio de año que se ubicaba 4 por ciento.

La debilidad en las cifras del PIB del 2022 no fue la única sorpresa negativa ya que la inflación cerró el año considerablemente por arriba de lo esperado. A principios del 2022, en este espacio apuntamos que había un riesgo importante de que la inflación fuera más persistente de lo previsto.

Sin embargo, la inflación no solo fue persistente, también fue creciente. A principios del 2022, el consenso de expectativas era que la inflación había alcanzado su pico en el 2021 y que tendría una trayectoria descendente en el 2022 para bajar de 4.7% en el 2021 a 3.3% en el 2022.

Aunque algunos analistas tenían una visión menos optimista para la inflación, ninguno consideró que la inflación lejos de bajar subiría en el 2022, marcando nuevos máximos históricos y cerrando el año cerca de 7 por ciento.

Aunque las cadenas de suministro comenzaron a normalizarse gradualmente durante el 2022, la combinación del choque de oferta en materias primas –principalmente gas, petróleo y alimentos– exacerbado por la invasión rusa a Ucrania y un mercado laboral en pleno empleo, contribuyeron a que la inflación superara todas las expectativas.

Esta situación obligó a la Fed a subir la tasa de interés de referencia mucho más de lo planeado.

A inicios del 2022 la expectativa era que la tasa de fondeo cerraría el año en un rango de 0.75 a 1.0% pero la situación obligó a la Fed a elevar la tasa hasta un rango de 4.25 a 4.50 por ciento. En este contexto, comenzamos un 2023 lleno de incertidumbre, con posturas monetarias y fiscales mucho más restrictivas de lo esperado hace 12 meses.

La probabilidad de recesión para este año es la más alta en más de una década (excluyendo la muy breve recesión generada por la pandemia). Como consecuencia, el consenso de especialistas espera una profunda desaceleración que podría convertirse en recesión.

De acuerdo con la encuesta de especialistas más reciente publicada en The Wall Street Journal, la probabilidad de recesión en los próximos 12 meses se ubica en 65%, su nivel más alto en 15 años.

El consenso de expectativas para el crecimiento del PIB en el 2023 se ubica en un raquítico 0.4%, incluyendo un crecimiento negativo en la primera mitad del año.

De cumplirse estos pronósticos, estaríamos hablando de una recesión corta y poco profunda. Sin embargo, hay algunos especialistas como Goldman Sachs, que tienen una postura más optimista, asignando una probabilidad de recesión de 35% (la cual sigue siendo el doble de la probabilidad normal de recesión pero claramente por debajo de 50 por ciento).

Para Goldman, el optimismo está fundamentado en dos frentes, el primero es la fortaleza del mercado laboral y el segundo es una disminución en la inflación más rápida de lo esperado, evitando así un endurecimiento mayor al estimado en la política monetaria.

Aunque parezca contradictorio, Goldman cree que la inflación puede bajar a pesar de la situación de fortaleza del mercado laboral. Esta tesis supone que los salarios reales moderaran su alza sin la necesidad de un aumento considerable en la tasa de desempleo.

Adicionalmente, Goldman considera que el impacto de la normalización de las cadenas de suministro será todavía más evidente en el 2023, contribuyendo a una trayectoria favorable de disminución en la inflación.

A pesar de ser más optimista en términos de crecimiento e inflación, Goldman espera que la Fed siga incrementando la tasa de fondeo hasta llegar a un rango de 5.0 a 5.25% (ligeramente por arriba del consenso de mercado) y que mantendrá la tasa en ese nivel durante todo el 2023.