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Después de experimentar una contracción de 3.4% en el 2020, la economía estadounidense registró una fuerte recuperación en el 2021, alcanzando un crecimiento estimado de 5.5 por ciento. Dicho crecimiento es sustancialmente mejor a los pronósticos de principio de año que se ubicaban alrededor de 4.0 por ciento.

La recuperación fue impulsada por la reapertura de actividades –posible gracias a la ambiciosa campaña de vacunación que comenzó en diciembre del 2020– y el despliegue masivo de estímulos fiscales y monetarios. Aunque la llegada de la variante Delta en el verano y la crisis en las cadenas de suministro provocaron una desaceleración durante el tercer trimestre, las cifras apuntan a una nueva aceleración durante el cuarto trimestre, confirmando una recuperación en forma de “V”.

Sin embargo, el crecimiento económico no fue lo único que superó las expectativas de los especialistas. La inflación general cerró el año en 6.8% vs una expectativa a principios de año de apenas 2.2 por ciento. Las disrupciones en las cadenas de suministro globales en conjunto con el súbito y pronunciado aumento en la demanda agregada generaron presiones inflacionarias no vistas en casi dos décadas. Aunque en un principio los especialistas anticiparon que dichas presiones serían de carácter transitorio, el repunte inflacionario resultó más pronunciado y persistente de lo esperado.

El panorama para este 2022 luce volátil. Por un lado, hay vientos a favor como el avance en la vacunación, incluyendo los programas de refuerzo, que han permitido la convivencia con el Covid-19 sin restricciones significativas a la actividad económica a pesar de la llegada de la variante Ómicron. Si se confirma la expectativa de que Ómicron –con un altísimo grado de contagio y mucho menor porcentaje de enfermedad grave– contribuya al fin de la pandemia, los vientos a favor podrían tomar mayor fuerza.

Por otro lado, hay vientos en contra siendo los principales el retiro de los estímulos fiscales –que comenzó desde finales del tercer trimestre del 2021– y el comienzo de la normalización de la política monetaria por parte de la Fed. En el frente fiscal existe el riesgo adicional de que el ambicioso paquete de infraestructura y gasto social propuesto por la administración Biden sea considerablemente recortado –lo cual parece ser el nuevo escenario base ante la negativa del senador demócrata Joe Manchin para votar a favor del paquete en su forma actual.

Los especialistas opinan que una versión más pequeña de esta iniciativa podría restarle hasta medio punto de crecimiento al PIB durante el 2022. Por el lado de la política monetaria, el mercado ya tiene descontado que la Fed concluirá el programa de inyecciones de liquidez en marzo y que realizará hasta tres incrementos en la tasa de fondeo para dejarla en un rango de 0.75 a 1.0%; sin embargo, esto depende de que la inflación muestre una tendencia convincente a la baja. El consenso de analistas espera que la inflación se acerque a 3.3% hacia el cierre del 2022.

En la opinión de este columnista, la inflación sí presentará una tendencia importante a la baja pero es probable que supere el consenso y se ubique más cerca de 4 por ciento. Si este es el caso, la Fed probablemente tenga que pensar en un cuarto incremento, lo cual no es grave. El riesgo principal es una inflación persistente en niveles considerablemente superiores a la trayectoria esperada por la Fed, lo cual se traduciría en una aceleración considerable en la trayectoria de alzas para la tasa de interés, lo cual podría detonar volatilidad en los mercados financieros.