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En las últimas dos ediciones de Sin Fronteras abordamos el debate sobre la transitoriedad del repunte inflacionario de los últimos meses en Estados Unidos. Es cierto que buena parte de la dinámica global que contribuyó a un entorno de inflación muy moderada en las últimas dos décadas sigue vigente —principalmente la innovación tecnológica— y los factores que más han aportado al repunte inflacionario —como los cuellos de botella en cadenas de producción y la fuerte demanda por bienes y servicios en los sectores en plena reapertura— tienen un carácter transitorio.

Sin embargo, también es cierto que la combinación de una vorágine de estímulos fiscales sumada a una política monetaria abrumadoramente expansiva y una fuerza laboral que todavía no está totalmente incentivada a reincorporarse al mercado, ha creado una situación en el mercado laboral que ha presionado los salarios al alza, generando por primera vez en décadas una importante recuperación de los salarios en términos reales. Esta situación podría contribuir a que la inflación se mantenga por arriba de su nivel objetivo por un periodo más largo que el anticipado por la Fed.

Los niveles de inflación actual se ubican cerca de 6%, su nivel más alto desde el 2008. La Fed espera que la inflación se acerque a 3.5% para finales de este año y ha enfatizado el mensaje de que no modificará su política monetaria hasta que tenga evidencia suficiente de una recuperación total del mercado laboral, tolerando una inflación por arriba de su objetivo de 2% mientras esto sucede.

A pesar del repunte, los niveles de inflación actual están lejos de la gran inflación de los años 70, cuando los incrementos de precios anuales constantemente se ubicaban por arriba de 10% y en algunos casos cerca de 15 por ciento. En aquella ocasión, el repunte inflacionario comenzó con un choque externo cuándo los precios del petróleo se cuadruplicaron con el embargo petrolero de la OPEP en 1973.

Este choque fue seguido por incrementos sustanciales en los precios de las materias primas alimenticias a nivel global provocados por factores climáticos. Estos dos fenómenos, que originalmente se pensó provocarían un incremento temporal en la inflación, aunados a un incremento en el poder de negociación de los trabajadores sindicalizados, generaron alzas importantes en los salarios y efectos secundarios notables en una gran parte de los bienes y servicios de la canasta que compone el índice de precios al consumidor.

La Fed tardó en actuar, dejando que las tasas reales se ubicaran en territorio negativo (es decir la inflación era superior a la tasa de interés de referencia) por varios meses. Cuando la Fed finalmente trató de reaccionar, elevando las tasas de interés para atajar el repunte inflacionario, lo tuvo que hacer de manera agresiva, detonando una recesión en 1974 y otra en 1979.

Nadie espera que el repunte inflacionario actual se asemeje al de los años 70. Sin embargo, la política monetaria actual de la Fed, con tasas en cero y con inyecciones de liquidez por 120,000 millones de dólares al mes, podría ser incompatible con la dinámica inflacionaria actual.

Aunque existen todavía amenazas a la recuperación de la economía y el mercado laboral, como la proliferación de la variante Delta, algunos especialistas consideran que al privilegiar el objetivo de pleno empleo y tolerar las presiones inflacionarias, la Fed se está volviendo complaciente, metiéndose en un rincón del que solamente podrá salir restringiendo la política monetaria de manera agresiva y con el riesgo de provocar una recesión.

Juzgando por el anuncio de ayer de la Fed, —en el que no se anunció ningún cambio importante en su guía de política monetaria— y el comportamiento de los mercados, ni el banco central ni los inversionistas consideran este escenario como uno probable.

La clave estará en el desempeño de la inflación y, sobre todo, de la dinámica salarial en el mercado laboral en los próximos meses.

A pesar de que la Reserva Federal no modificó nada ayer 28 de julio, bien haría en empezar a hablar públicamente de un calendario para comenzar a reducir su programa de inyecciones de liquidez. Esto podría suceder en el Simposio de Jackson Hole de finales de agosto o hasta el próximo anuncio de política monetaria el 22 de septiembre.