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La semana pasada, el premio en ciencias económicas otorgado por el Banco Central de Suecia (Sveriges Riksbank) en memoria de Alfred Nobel fue otorgado a Ben Bernanke (ex Presidente de la Fed, doctor en economía por MIT y actualmente investigador del Brookings Institute), Douglas Diamond (doctor en economía por Yale y catedrático e investigador de la Universidad de Chicago) y Philip Dybvig (doctor en economía por Yale y catedrático de la Universidad George Washington).

El reconocimiento es por sus contribuciones al estudio de la importancia del sector bancario en la economía y en particular durante los momentos de crisis.

El Riksbank hizo un reconocimiento explícito a Bernanke por sus estudios sobre la Gran Depresión de los años 30 y el impacto exponencial sobre el resto de la economía que tuvo la quiebra del sector bancario.

En concreto, los estudios de Bernanke demostraron cómo el pánico inducido por la caída de los mercados de valores derivó en una crisis de confianza y una corrida en contra de los bancos y cómo la inacción de las autoridades financieras contribuyó a profundizar y prolongar la crisis económica en la década de 1929 a 1939.

En términos llanos, una corrida en contra de los bancos sucede cuando el público ahorrador acude de manera súbita y masiva a retirar dinero de sus cuentas en los bancos. La corrida de 1929 comenzó con el colapso del mercado de valores y después de un ciclo que comenzó cuando los bancos comenzaron a otorgar préstamos especulativos a empresas, personas y gobiernos y a invertir fuertemente en el mercado de valores.

Cuando las empresas, las personas y los gobiernos comenzaron a tener dificultades para pagar sus préstamos, los ahorradores comenzaron a perder confianza en los bancos y acudieron en forma masiva e indiscriminada a retirar sus ahorros.

Esta situación generó una crisis de liquidez en los bancos, que simplemente no tenían los recursos para entregar su dinero a los ahorradores.

Dado que un banco es por naturaleza una institución apalancada –sus pasivos representan generalmente entre cinco y seis veces su capital– no hay banco que aguante el retiro masivo de sus depósitos por más sano y bien manejado que esté.

La quiebra y cierre de una gran cantidad de bancos se tradujo en una fuerte contracción del crédito y la oferta monetaria. Aunque no todos los bancos quebraron, esta contracción en la oferta monetaria se profundizó porque los ahorradores, habiendo perdido toda la confianza en los bancos, guardaban su dinero debajo del colchón.

Esta disminución en la oferta monetaria –imaginemos un retiro de liquidez masivo– intensificó las presiones deflacionarias y profundizó la crisis de desempleo.

En el caso de Diamond y Dybvig, su trabajo incluye el desarrollo del modelo Diamond-Dybvig que plantea la paradoja fundamental que existe entre los bancos y los ahorradores.

Los bancos reciben el dinero de los ahorradores en gran medida como depósitos a la vista –es decir que el ahorrador puede retirar en cualquier momento. Sin embargo, los bancos usan ese dinero para otorgar préstamos que generalmente son a plazos más largos e ilíquidos.

En condiciones normales, esta paradoja es parte del sistema de otorgamiento de crédito y juega un papel fundamental en el funcionamiento adecuado de la economía y la creación de riqueza. Sin embargo, en tiempos de crisis, esta paradoja contribuye a exacerbar la pérdida de confianza y a reforzar un ciclo vicioso para la economía.

El reconocimiento a estos tres economistas no fue solo por sus labores de investigación histórica y la elaboración de un marco de referencia para el análisis del papel del sector bancario en la economía, sino por sus recomendaciones prácticas en materia de regulación del sector financiero y diseño de política económica.

Dichas recomendaciones tuvieron su prueba de fuego durante la Gran Recesión del 2008-09 y su implementación contribuyó de manera contundente a evitar el colapso del sistema bancario y a librar una década perdida para la economía global como la ocurrida en la Gran Depresión del siglo pasado.

El profundo entendimiento del papel del sector bancario y las instituciones financieras en las crisis financieras llevó a las autoridades financieras de las principales economías del mundo, incluyendo a los bancos centrales, a intervenir como prestamistas de última instancia para el sector bancario y proveedores de liquidez ilimitada para los mercados, atajando la crisis de confianza, salvando millones de empleos y conteniendo el daño patrimonial para millones de ahorradores.