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Desde hace varios meses, las expectativas del mercado y los pronósticos de los especialistas apuntaban hacia un incremento en las tasas de interés de largo plazo para estas alturas de la recuperación económica en Estados Unidos.

En concreto, la gran mayoría de los participantes en los mercados financieros esperaban que, para estos momentos, el nivel de la tasa del bono del Tesoro a 10 años estuviera en una clara trayectoria ascendente hacia un objetivo de cierre de año cercano a 2.0 por ciento.Sin embargo, el nivel actual de dicha tasa se ubica en 1.30 por ciento.

Vale la pena recordar que la tasa del bono a 10 años registró un mínimo histórico de 0.54% en julio del 2020 en medio de un ambiente deflacionario, provocado por las medidas de confinamiento y restricciones a la movilidad decretadas por las autoridades para contener la pandemia, y el anuncio de medidas extraordinarias de política monetaria para combatir la crisis económica.

El desplome en la demanda agregada, combinado con la reducción de la tasa de interés de referencia a cero y la decisión de inyectar liquidez a los mercados mediante la compra de bonos del tesoro y bonos hipotecarios (80,000 millones y 40,000 millones de dólares al mes, respectivamente) por un periodo indefinido, contribuyeron a que la tasa del bono a 10 años bajara de un nivel pre-pandemia de 1.56% en febrero del 2020 al mínimo histórico de 0.54% de julio del año pasado.

Sin embargo, a partir de finales de agosto del 2020, cuando la Fed comunicó al mercado su decisión de tolerar un nivel de inflación por arriba de su objetivo durante un tiempo considerable para asegurar el objetivo de pleno empleo, la tasa de largo plazo comenzó a subir de manera sostenida hasta alcanzar 1.73% el 15 de marzo de este año.

Como comentamos al inicio de esta columna, la mayoría de los observadores esperaban que esta trayectoria ascendente se mantendría el resto del 2021 hasta llevar la tasa a un nivel cercano a 2 por ciento.

Esta hipótesis parecía tomar fuerza de la mano de las constantes revisiones al alza a las expectativas de crecimiento económico y conforme las cifras de inflación comenzaron a superar los pronósticos del mercado y la Fed.

En el pasado, una revisión al alza en las expectativas de crecimiento y un repunte inflacionario de la magnitud del que estamos viviendo, hubieran sido razones claras para que la Fed comenzara a retirar los estímulos monetarios y considerar alzas en la tasa de interés de referencia.

Históricamente, las tasas de los bonos de largo plazo suben cuando el mercado comienza a anticipar un escenario de mayor crecimiento económico e inflación que por lo general se traduce en una política monetaria menos acomodaticia.

Sin embargo, la incertidumbre generada por la pandemia, el nuevo marco de referencia de política monetaria adoptado por la Fed, y la narrativa de que el brote de inflación es un fenómeno temporal, han permitido al banco central mantener una política monetaria extraordinariamente expansiva a pesar de que la inflación está considerablemente arriba de su objetivo.

Aunque la Fed ha dado señales de que su programa de inyecciones de liquidez podría comenzar una reducción gradual hacia finales de este año, el discurso de Jay Powell en el Simposio de Jackson Hole de la semana pasada, mandó una clara señal de que una eventual alza en la tasa de interés de referencia no necesariamente será inmediata a la conclusión del programa de inyecciones de liquidez.

En este contexto, el mercado está descontando que la Fed tomará un enfoque muy gradual a su proceso de normalización monetaria. A partir del posible inicio del tapering hacia finales de este año o principios del 2022, la Fed todavía inyectaría aproximadamente 650,000 millones de dólares a los mercados de bonos del Tesoro y bonos hipotecarios.

Mientras no haya una sorpresa negativa en el panorama inflacionario (lo cual no es improbable), las tasas de largo plazo podrían mantenerse por debajo de su nivel pre-pandemia de 1.56 por ciento.

Adicionalmente, cualquier noticia negativa en términos de la situación sanitaria y/o el ritmo de recuperación económica y del mercado laboral, debería contribuir a mantener la tasa cerca, o inclusive por debajo, de los niveles actuales.