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A principios de esta semana, el Fondo Monetario Internacional (FMI) publicó su actualización más reciente del World Economic Outlook, confirmando una desaceleración global y revisando a la baja sus estimados de crecimiento por segunda vez en menos de seis meses.

En concreto, el FMI revisó los estimados de crecimiento para el PIB global en 2022 de 4.4 a 3.6% (en octubre del año pasado los había reducido de 4.9 a 4.4%). La revisión a la baja se debe principalmente al impacto negativo, a través de diferentes canales de transmisión, de la invasión rusa a Ucrania.

Además de la lamentable tragedia humana, la guerra ha tenido un impacto sobre la economía global que va mucho más allá del tamaño de las economías de Rusia y Ucrania. Aunque estas dos economías experimentarán una contracción muy severa, su participación dentro del PIB global es relativamente pequeña.

De acuerdo con datos del Banco Mundial, la economía de Rusia representa aproximadamente 1.8% del PIB global, mientras que la economía de Ucrania no excede 0.2 por ciento. La afectación primaria a la economía global viene por el impacto de la guerra en los mercados de materias primas y el comercio internacional.

La invasión y las sanciones impuestas a Rusia han generado grandes disrupciones en la oferta de materias primas claves en varios sectores, principalmente en el energético (gas y petróleo) y alimentario (trigo y maíz). Asimismo, las sanciones han provocado disrupciones severas en las cadenas de suministro de otros bienes al complicar las rutas de carga área y marítima desde Asia hacia al resto del mundo.

Este choque inflacionario provocado por la guerra se da en un momento en el que la inflación ya venía marcando máximos de los últimos 20 años como consecuencia de las fuertes disrupciones en las cadenas de suministro global generadas por la pandemia. Por esta razón, la inflación en varios países se encuentra ahora en su nivel máximo en 40 años.

Las presiones inflacionarias, exacerbadas por la guerra, están obligando a los bancos centrales a acelerar la trayectoria de alza en tasas y de retiro de liquidez en los mercados. Este escenario de restricción monetaria está contribuyendo a un endurecimiento de las condiciones financieras en los mercados globales. La economía global también enfrenta un apretón fiscal después del gran desembolso de estímulos fiscales para amortiguar el golpe de la pandemia.

En este entorno, los países más afectados son las economías con una mayor dependencia de materias primas importadas en Europa y en el mundo emergente. El FMI revisó su estimado de crecimiento para el conjunto de Economías Emergentes de 4.8 a 2.8 por ciento.

En términos regionales, la revisión más fuerte dentro de este grupo fue para Europa Emergente (epicentro de la guerra). En América Latina el estimado de crecimiento para el 2022 se mantuvo en 2.5% pero la proyección para México se revisó de 2.8 a 2 por ciento. Esta cifra todavía se encuentra por arriba del consenso de mercado entre los especialistas locales que esperan un crecimiento de 1.8% para México.

En cuanto al mundo desarrollado, la revisión a la baja fue de 3.9 a 3.3% con la reducción más grande ocurriendo en la zona Euro (de 3.9 a 2.8%). En el caso de Estados Unidos, el pronóstico bajó de 4 a 3.7 por ciento. Sin embargo, este pronóstico parece aún optimista considerando que la última proyección de la Fed fue de 2.8 por ciento. Este estimado de la Fed tomaba como escenario base una tasa de interés de referencia de 1.9% para el cierre de este año.

Sin embargo, entre la publicación de estimados de la Fed a mediados de marzo y el presente, los mercados han venido descontando una trayectoria de alzas más acelerada que podría llevar la tasa a un nivel aproximado de 3 por ciento.

Esta situación hace muy probable que el FMI lleve a cabo una nueva revisión a la baja en los estimados de crecimiento del PIB global en la siguiente publicación del World Economic Outlook.