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Los meses pasan y las cifras de inflación en Estados Unidos no ceden. Esta situación ha avivado el debate sobre la duración de este repunte inflacionario después de más de una década en la que los aumentos de precios brillaron por su ausencia.

En un lado del debate están los que aseguran que el incremento en la inflación —que se ubica en su nivel máximo desde el 2008 y en el caso de la subyacente desde 1991— es un fenómeno transitorio que se desvanecerá en los próximos meses conforme superemos el efecto base de los meses en los que hubo deflación en el 2020 y se vayan deshaciendo los cuellos de botella provocados por la pandemia en las cadenas de producción y suministro de algunos sectores.

Los que están de este lado del debate argumentan que además hay otros factores fundamentales que han contribuido a mantener la inflación baja durante las últimas dos décadas y que se mantienen vigentes. Dentro de estos factores destacan la aceleración de la innovación tecnológica, la creciente participación del comercio electrónico y la globalización.

Estos tres factores han contribuido a bajar los precios de prácticamente todo, desde la extracción de gas natural y petróleo, pasando por la manufactura de componentes electrónicos y otros bienes de consumo, hasta las comunicaciones y el transporte local.

Gracias a la innovación tecnológica y la globalización, en la actualidad todos tenemos un teléfono inteligente que nos permite la comparación instantánea de precios de bienes y servicios y además nos da acceso a su adquisición o contratación de manera ágil. Estos factores, aunados al devastador impacto de la Gran Recesión en el mercado laboral, fueron claves para limitar el crecimiento de los salarios en términos reales durante varios años.

Otro punto al que hacen referencia los que favorecen la tesis del carácter transitorio del repunte inflacionario es que los recientes aumentos de precios no son generalizados y están focalizados en sectores que han sido especialmente afectados por problemas temporales en las cadenas de suministro (como la venta de autos nuevos y usados, materiales de construcción, vivienda y semiconductores, entre otros) o actividades que están experimentando un rebote mayor al esperado en la demanda como consecuencia de la reapertura (hoteles, boletos de avión y renta de autos).

Juzgando por el comportamiento de las tasas de interés de largo plazo y el desempeño de los mercados accionarios, la mayoría de los inversionistas parecen estar de acuerdo con la tesis de que la inflación se irá moderando hasta regresar al nivel objetivo de la Fed de 2% en el corto plazo y que por lo tanto no será necesario retirar los estímulos monetarios de manera anticipada.

Todos estos argumentos dan solidez a la tesis del fenómeno temporal pero también es necesario analizar el razonamiento de la antítesis. Aunque sean minoría, los especialistas que anticipan un repunte inflacionario más duradero también tienen argumentos sólidos.

La combinación de una política monetaria extremadamente expansiva, un ambicioso plan de estímulos fiscales y una vigorosa recuperación generada por el fin de una crisis económica —que fue detonada por factores sanitarios y no económicos— han contribuido a incrementar la velocidad de circulación del dinero, creando un efecto multiplicador de la política monetaria y fiscal que no sucedió en la Gran Recesión.

Esta situación ha comenzado a generar incrementos de precios en sectores que no tienen que ver con la reapertura o con cadenas de suministro afectadas. Por ejemplo, algunos aumentos de precios en materias primas están empezando a obligar a las empresas productoras de alimentos procesados a traspasar parte de estos incrementos a los consumidores. En la siguiente entrega de Sin Fronteras seguiremos explorando este debate…