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A lo largo de los últimos dos años, los mercados financieros han experimentado altibajos notables. Sin embargo, para el cierre de agosto de este año, el S&P 500 alcanzó 4,516 puntos, nivel prácticamente igual a los 4,535 puntos registrados en agosto del 2021.

No obstante, durante este periodo, la diferencia entre el nivel mínimo y el máximo fue de 33 por ciento. La historia del mercado en esos 24 meses se divide claramente en dos fases: una tendencia a la baja en el 2022 y un periodo alcista en el 2023.

En el 2022, el S&P 500 sufrió una caída de 20%, impulsada por el inicio del ciclo alcista más agresivo de la Reserva Federal en tres décadas. A medida que el mercado asimilaba la intensidad de este ciclo, los expertos comenzaron a vislumbrar un escenario de recesión cada vez más plausible para el 2023.

Sin embargo, este año la actividad económica ha superado las expectativas, en gran parte debido a una política fiscal expansiva. A medida que los mercados digerían la evidencia creciente de un posible “aterrizaje suave”, el S&P 500 recuperó terreno, experimentando un aumento de 18% entre enero y agosto.

No obstante, en septiembre, la Reserva Federal confirmó que había poco espacio para reducir las tasas a corto plazo, lo que provocó un aumento significativo en las tasas de interés a largo plazo y una caída de 5% en el S&P 500.

Este incremento en las tasas de interés, combinado con la recuperación del mercado de valores este año (a pesar del ajuste en septiembre), ha creado una situación única.

Por primera vez desde el 2000, tanto las tasas de interés a corto como a largo plazo de los bonos del Tesoro superan el yield implícito del S&P 500. Este yield implícito, que se calcula como el inverso del múltiplo precio/utilidad, actualmente se sitúa en 4.1% (equivalente a un múltiplo precio/utilidad de 24.4 veces).

Esta cifra es menor que el rendimiento actual de 4.7% que pagan los bonos del Tesoro a 10 años y también más baja que el rendimiento generado por una cuentas en efectivo, que está ligeramente por encima de 5 por ciento.

Entre el 2000 y 2021, y especialmente entre el 2011 y 2021, vivimos en un entorno excepcional con tasas de interés de corto y largo plazos deprimidas (tasas de fondeo cercanas a cero y tasas del bono del Tesoro a 10 años entre 1 y 3 por ciento).

Este escenario llevó a una búsqueda desesperada de rendimientos en acciones y otros activos alternativos (como capital privado, venture capital, criptomonedas, NFTs, etc.).

En el mercado accionario esto se tradujo en una fuerte alza en los múltiplos de valuación de las empresas y en una burbuja especulativa en algunas acciones de tecnología. En ese entonces, se acuñó el término There is no Alternative (No hay alternativa), o TINA, para describir esta situación.

Ahora, los inversionistas se encuentran en una posición diferente. Con tasas de interés altas en comparación con la última década, el efectivo y la renta fija a corto plazo se han vuelto opciones viables por primera vez en más de 10 años.

Este cambio ha llevado a algunos a denominar la situación actual como There Are Reasonable Alternatives (Hay Alternativas Razonables), o TARA.

En este nuevo escenario, los inversionistas tienen opciones razonables para considerar, marcando un cambio significativo en su panorama de inversiones.

En un entorno en el que las tasas de interés podrían mantenerse en niveles altos por varios meses, el efectivo y la renta fija a corto plazo se han convertido en opciones viables de inversión por primera vez en más de una década.