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En la última edición de Sin Fronteras analizamos el impacto histórico de los conflictos armados en los mercados y la historia nos revela que los conflictos suelen tener consecuencias pasajeras. Sin embargo, también subrayamos las similitudes entre el contexto del conflicto actual y el de la guerra de Medio Oriente de 1973, el conflicto armado que ha tenido el impacto más profundo y prolongado en la economía global y los mercados.

La conclusión fue que, independientemente de la pequeña participación de las economías de Ucrania y Rusia en el PIB global, Rusia juega un papel clave en el suministro mundial de algunas materias primas –como petróleo, gas, carbón y trigo– y que, dependiendo de la severidad y amplitud de las sanciones a Rusia, podría haber consecuencias importantes para la economía global y los mercados.

El conflicto actual viene a exacerbar un contexto que incluye la inflación más alta en los últimos 40 años, con los precios de muchas materias primas en máximos de los últimos 10 años y una Fed apremiada por empezar a retirar los estímulos monetarios. El riesgo más grande para la economía global es un escenario de recesión con inflación.

Aunque los mercados tuvieron una reacción positiva el jueves de la semana pasada ante la expectativa de que la Fed podría desacelerar su proceso de normalización de política monetaria, apostar a que los bancos centrales podrán evitar una mayor inflación sin provocar una recesión no es una apuesta sin riesgos.

La guerra en Ucrania está generando un choque por el lado de la oferta en una economía global que todavía no acaba de salir del choque generado por la pandemia. La magnitud del choque dependerá del tipo y duración de las sanciones, así como de la respuesta rusa a dichas medidas.

Los precios de materias primas como el petróleo, gas y trigo han subido entre 10 y 20% en la última semana. Sin embargo, hay otros sectores menos visibles en los que la guerra y las sanciones también podrían generar disrupciones importantes.

Un ejemplo es la ya vapuleada cadena de suministro de semiconductores que requiere como insumos algunos gases y minerales –como el neón y el paladio– en los que Rusia y Ucrania juegan un papel preponderante a nivel global. Para algunos expertos, esto podría ser sólo el principio de un choque en la oferta de materias primas que lleve la inflación global de 7% actual a por lo menos 10 por ciento.

En un escenario en donde las sanciones se mantienen por varios meses y las presiones inflacionarias comienzan a generar un deterioro en las expectativas de inflación de mediano plazo, los bancos centrales se verían forzados a acelerar su trayectoria de normalización de política monetaria, aumentando la probabilidad de un escenario de recesión. Una política monetaria más restrictiva generaría un endurecimiento en las condiciones financieras, amenazando con convertir la desaceleración global en una recesión.

Este escenario podría hacerse más probable si Rusia decide implementar represalias comerciales que podrían incluir una reducción en la producción de petróleo para provocar un incremento aún mayor en los precios del crudo. Hasta ahora, los mercados no están asignando una gran probabilidad a un escenario de recesión global, apostando a que la crisis será temporal y que el curso de la recuperación económica post-pandemia tiene suficiente fuerza para resistir un entorno de presiones inflacionarias y tasas de interés más altas.

Lo que es un hecho, es que de darse una recesión global, el espacio para implementar estímulos fiscales y monetarios está sumamente limitado después de las medidas de los últimos años. La pregunta de fondo es si el conflicto en Ucrania y sus ramificaciones son algo transitorio o si estamos ante el inicio de una nueva Guerra Fría con consecuencias geopolíticas y económicas que no tienen nada de transitorio.