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Después de alcanzar un nuevo máximo histórico el 24 de noviembre, los principales índices accionarios de Estados Unidos sufrieron un ajuste tangible la semana pasada.

Después de dicho ajuste, dos de los tres principales índices –el Dow Jones 30 y el S&P 500– cerraron noviembre en terreno negativo con descensos de 1.7 y 0.6%, respectivamente, mientras que el Nasdaq registró un alza de 2.17 por ciento.

Con la excepción de septiembre, mes en el cual los tres índices registraron retrocesos –el Dow de 2.9%, y el S&P y el Nasdaq de 4.9%– solamente en enero y mayo vimos a dos de los tres índices en territorio negativo.

El resto del año los tres índices han tenido desempeños mensuales positivos. Después de los ajustes de enero, mayo y septiembre, los tres índices se recuperaron rápidamente para seguir marcando nuevos máximos históricos.

La pregunta que se hacen los observadores de mercado es: ¿estamos ante un nuevo ajuste temporal seguido de nuevos máximos históricos o estamos ante el comienzo de un ajuste más pronunciado que podría llevar a los mercados a territorio de corrección?

Una corrección en un índice accionario se define como una caída de 10% o más a partir de un máximo. La última corrección del S&P 500 ocurrió en marzo del 2020 con la llegada de la pandemia.

El incremento en los índices desde sus mínimos del 20 de marzo del 2020 es de 89% para el Dow Jones, 99% para el S&P 500 y 132% para el Nasdaq.

Los pilares de este desempeño histórico han sido la combinación de una política monetaria masivamente expansiva, un paquete de estímulos fiscales de gran magnitud y la reapertura de la actividad económica impulsada por el ambicioso plan de vacunación.

Durante la racha alcista, la gran ola de dinero creada por las políticas de estímulo monetario y fiscal y la fuerza de la reactivación económica avasallaron cualquier factor de riesgo. Sin embargo, el balance de riesgos está empezando a cambiar. Por un lado, las políticas extraordinarias de estímulo fiscal se han ido desactivando gradualmente y su impacto debe continuar desvaneciéndose en el tiempo.

Por otro lado, más allá de la llegada de la variante Ómicron de Covid-19 que jugó un papel importante en el ajuste de la semana pasada, el principal cambio en el panorama de los últimos meses es el fenómeno inflacionario que ha resultado mucho más pronunciado y duradero de lo esperado por los bancos centrales y otros especialistas.

Esta situación adquirió aún más relevancia con el reconocimiento explícito en su comparecencia en el Senado de la semana pasada del Chairman de la Fed, Jay Powell, de que es necesario eliminar el calificativo de “transitorio” al referirse al repunte inflacionario.

La Fed claramente considera que un mayor deterioro en las expectativas de inflación se ha convertido en el principal riesgo para la economía estadounidense. Este reconocimiento ha hecho que el mercado comience a descontar un calendario de normalización menos gradual para la política monetaria.

El mercado ahora espera que la Fed anuncie una aceleración del proceso de tapering para concluir el programa de inyecciones de liquidez en marzo en lugar de junio; y que la tasa de referencia tenga tres incrementos, en lugar de uno o dos, durante el 2022.

Aunque este calendario es menos gradual, está claro que la política monetaria sigue siendo sumamente expansiva en términos históricos y que esto es una buena noticia para los mercados accionarios.

Sin embargo, algunos especialistas están preocupados por la creciente amenaza de que la economía global, y la de Estados Unidos, estén en las primeras etapas de un proceso de estanflación similar al observado en la década de los 70.

El desempeño de los índices durante dicha década no fue muy bueno, el S&P tuvo un incremento acumulado de apenas 17 por ciento. Dicho desempeño estuvo negativamente afectado por un desplome de 40% para el S&P 500 entre diciembre de 1972 y diciembre de 1974.

La interrogante principal es si realmente estamos en las primeras etapas de una nueva era de estanflación o si la economía global puede mantener un buen ritmo de crecimiento sin generar presiones inflacionarias. Ese tema lo dejaremos para otra edición de Sin Fronteras.