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La recuperación económica en China, impulsada por la reapertura de actividades después de casi tres años de una política de cero Covid, está perdiendo impulso.

Aunque la economía de China creció a una tasa anual de 4.5% durante el primer trimestre de este año, los datos de producción industrial y ventas al menudeo de abril y mayo muestran una desaceleración importante.

Como resultado, varios especialistas han revisado a la baja sus estimados de crecimiento para la economía china este año. Entre estas revisiones a la baja, se destacan las siguientes: Bank of America (de 6.3 a 5.7%); Goldman Sachs (de 6.0 a 5.4%); J.P. Morgan (de 5.9 a 5.5%); Standard and Poors (de 5.5 a 5.2%) y UBS (de 5.7 a 5.2 por ciento).

Aunque estas cifras siguen estando por encima del pronóstico oficial del gobierno, que es de 5%, es importante recordar que en el 2022 la economía china creció sólo 3%, su tasa más baja desde 1976 (excluyendo el 2022 marcado por la pandemia).

Además, los especialistas advierten que podría haber más revisiones a la baja si las autoridades financieras no responden adecuadamente en términos de estímulos fiscales y monetarios.

En este sentido, el mercado ha comenzado a descontar que el Banco Central de China tomará medidas adicionales para relajar su política monetaria y, al mismo tiempo, debilitar al yuan para aumentar la competitividad del sector exportador.

Estos estímulos podrían ayudar a abordar algunos aspectos coyunturales de la desaceleración, como la crisis del sector inmobiliario. Sin embargo, los especialistas están más preocupados por los desafíos a mediano plazo, entre los que destacan las crecientes tensiones geopolíticas y las tendencias demográficas.

En cuanto al tema geopolítico, hemos señalado anteriormente cómo la decisión del gobierno de Xi Jinping de priorizar el control político y subordinar el poder económico tiene un costo significativo para la economía. Sin embargo, el régimen actual parece estar dispuesto a asumir este costo por completo.

En cuanto al tema demográfico, el panorama es más complejo. Vale la pena recordar que, según el último censo, la población de China disminuyó en términos absolutos por primera vez en seis décadas.

Aunque la disminución de 850,000 habitantes es insignificante en términos relativos, considerando que la población total es de aproximadamente 1,412 millones, el cambio de tendencia podría ser difícil de revertir en el mediano plazo, lo que representa un desafío importante para el crecimiento económico.

La disminución de la población está estrechamente relacionada con la política de un solo hijo que estuvo vigente durante 35 años (entre 1980 y 2015).

Aunque China eliminó la política de control de natalidad en el 2015 y comenzó a ofrecer incentivos a la población para tener más hijos en el 2021, la tasa de natalidad sigue sin repuntar, alcanzando un mínimo histórico de siete nacimientos por cada 1,000 personas en el 2022.

En una economía con un modelo de desarrollo en transición hacia el consumo interno, la falta de crecimiento poblacional tiene consecuencias negativas.

En el sentido más básico, la capacidad de producción de una economía depende de tres factores: capital, trabajo e innovación. Cuanta más innovación y mayor disponibilidad de capital, mayor será la productividad por trabajador.

La política de control de natalidad tenía sentido en la China del siglo pasado, cuando había una abundancia de mano de obra barata y escasez de capital, recursos naturales y capacidad de innovación.

Sin embargo, la China actual no es la misma que la del siglo pasado. Durante mucho tiempo, la economía china ha logrado una formación bruta de capital significativa, ha obtenido recursos naturales y tecnología del resto del mundo gracias a la globalización.

La China de Xi Jinping enfrenta desafíos muy importantes para alcanzar sus metas de crecimiento en medio de un modelo económico en transición, una población en disminución, un gobierno inclinado a priorizar las decisiones políticas sobre las económicas y una relación cada vez más antagonista con el mundo occidental.