¿Qué nos hace pensar que dentro 18 días se habrá acabado la rabia y que el próximo gobierno tendría margen para sus propios aciertos y errores?
No había terminado el sexenio de Enrique Peña Nieto y el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, ya tomaba decisiones de gobierno, es más, provocaba una recesión para su primer año de administración con su capricho de octubre del 2018 de cancelar la construcción del Aeropuerto de Texcoco.
Ya a estas alturas del final de su sexenio ha dejado evidencias más que suficientes de que no tiene realmente planes de un retiro político, menos ahora que se ha cumplido el sueño de cualquier autócrata de tener todo el poder institucional en sus manos.
¿Qué nos hace pensar que dentro 18 días se habrá acabado la rabia y que el próximo gobierno tendría margen para sus propios aciertos y errores?
Solamente una vaga y última esperanza de una repentina independencia por parte de la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, que pueda sentir que el peso de la banda presidencial no es para mantener un régimen de rencores que no son suyos, sino para dar a México el primer gobierno de izquierda moderna en su historia.
Porque, seamos claros, el próximo día 30 de este mes termina de manera formal un gobierno de corte populista, más cercano a posiciones conservadoras que a un modelo progresista. Vamos, más cercano a la Venezuela de Maduro que al modelo chileno de Boric.
Este viernes ya no existe la misma ventana de oportunidad de éxito para el siguiente gobierno que todavía se mantenía a principios de semana, hay un daño profundo en la confianza que ya se puede considerar irreparable.
Argentina fracasó como economía, no por sus bandazos electorales entre populismos de derecha e izquierda, sino porque cada uno que llegaba al poder cambiaba la Constitución a su antojo. Se acabó la confianza.
México va a tener en poco más de dos semanas a su primera mujer Presidenta, una doctora en Ciencias, una mujer que entiende el mundo y el valor de los datos verdaderos, de las evidencias, una política que refleja ecuanimidad y una presencia que representará con mucho orgullo a este país.
Está, además, acompañada de personajes como Juan Ramón de la Fuente, quien tiene una cosmovisión que hace ver que sí puede haber colaboradores con una lealtad y preparación al mismo porcentaje.
Pero a esa estatista en potencia le sobra algo, una sombra de quien cree que el pueblo bueno lo ha iluminado para ser el eterno líder hacia su personalísima visión aldeana.
El modelo autocrático en formación no parecería corresponder al perfil de quien llega, pero sí cuadra perfecto con quien claramente no se quiere ir y los daños alcanzan todo el especto de la vida económica, política y social de México.
Si fuera sólo la postura de los menguados opositores al régimen, lejos de preocuparse podrían hasta divertirse y repetir ese mensaje altanero de cada mañana: “tengan para que aprendan”.
Pero la voz de alerta de lo que México está en proceso de extraviar llega desde las posiciones internacionales de más poder político e influencia económica, son esas voces las mismas que encaminan o retiran las inversiones.
López Obrador va a aprovechar este fin de semana de la celebración de la Independencia para publicar una contrarreforma que nos quita libertad y muchas oportunidades.