Elecciones 2024
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Esta columna se une a la protesta del Instituto Nacional de las Mujeres, así como a las de las diputadas Martha Lucía Mícher y Lourdes Quiñones; también a las de miles de ciudadanas y ciudadanos que no por no tener voz pública dejaron de indignarse ante la afrenta que Hilario Ramírez Villanueva hizo a la mujer en general, y a la joven identificada como Rosita en particular, durante la multitudinaria fiesta con la que celebró su cumpleaños.

Como ya sabrá el lector, el cumpleañero se convirtió en celebridad cuando en la campaña para su segundo periodo de gobierno municipal en San Blas, Nayarit, declaró que en su anterior gestión sí robó, “pero poquito”. La frase, que a algunos les pareció un alarde de folclórica franqueza y a otros una muestra paradigmática del cinismo del que son capaces los políticos mexicanos, catapultó a la fama al rústico político nayarita. En cualquier país decente su confesión lo hubiera sometido, cuando menos, a una investigación. En México, donde los ciudadanos al parecer somos masoquistas, la frase obró el milagro de que Ramírez Villanueva fuera elegido alcalde para el trienio 2014-2017.

Hace unos días, el avieso personaje, que se hace llamar Layín, celebró por todo lo alto su cumpleaños número 44 con un festín al que llamaré espantagruélico (neologismo inventado por este escribiente: adjetivo para calificar el exceso de comida y bebida al grado de producir miedo).

En un rancho de su propiedad tuvo lugar la celebración. En la entrada un espectacular anunciaba: “Gracias por venir con el amigo de todos. ¡San Blas es tu casa!” El festejo fue amenizado por la Banda el Recodo de Cruz Lizárraga. Asistieron 50,000 invitados del amigo de todos y de lo ajeno -pero poco- que fueron atendidos por 350 meseros. Como contraparte de lo poquitero que fue para robar, Layín es basto y espléndido para agasajar. Treinta reses fueron cocinadas en birria, que produjeron 2 toneladas del típico manjar que ocupó 3,000 kilos de tortillas para ser comido en tacos, así como 1’200,000 cervezas -50,000 cartones- para empujarse la taquiza.

Cálculos conservadores indican que la pachanga costó 15 millones de pesos. El festejado indicó que de su bolsa sólo puso 250,000 pesos para la fiesta; la presidencia no puso nada -explicación no pedida acusación manifiesta. Lo demás, dijo, fue apoyo económico de 40 de sus amigos, sin decir quiénes son éstos y, sobre todo, ¿a qué se dedican que pueden gastar esa profusa cantidad de dinero en una frivolidad?

Antes de externar el motivo de la protesta contra el siniestro personaje, desde aquí pido que se investigue el costo y organización del festejo. Que la instancia correspondiente diga si hubo o no conflicto de intereses. Ya cualquier alcaldillo de mierda que se cree simpático nos chinga. No hay derecho.

Pero lo indignante que hace que suba yo el tono de mi lenguaje para hacerme entender por este cabrón fue lo que le hizo a una mujer joven que subió a bailar con él. Bailó pegado a ella, le puso las manos sobre su trasero y le levantó el vestido. La chica se apenó, se le vio la panty. El público gritó y festejó al pinche alcalde que sonrió. Molesta la chica se bajó el vestido. El ojete Layín insistió y se lo volvió a subir ante la complacencia de sus lamehuevos invitados. A la chava no le quedó otra que seguir bailando pero con una mano detuvo su vestido para evitar el abuso del pinche, cabrón y ojete munícipe que por tercera vez le subió el vestido. ¡Qué poca madre!

Ahora transcribo y comento fragmentos de lo que este ejemplar de la cultura del agandalle declaró en una entrevista con Adela Micha: “La muchacha es una gran amiga mía, ella y su familia (¡qué manera de honrar la amistad!), le tengo mucho respeto (si no se lo tuviera la encuera). Dio a entender que la subida del vestido fue a petición de la gente “mucha ropa, mucha ropa”, y con el consentimiento de Rosita: “Ojalá te animaras” (ahora resulta que lo hizo por petición de la chava). “Soy un hombre respetuoso ante todas las mujeres porque yo provengo de una mujer” (¡chin! Lástima, si fuera hijo de probeta podríamos mandarlo a chingar a la vidriera de Monterrey SA). “Fue al calor de la fiesta”. “Ella estaba alegre” (sin embargo, manifestó que él no estaba bajo el influjo del alcohol, no le creo, pero de ser cierto ¿se lo imaginan borracho?).

Sin convicción expresó: “Si se trata de pedir disculpas, yo le pido una disculpa a la muchacha (…) como mujer le pido una disculpa a ella y a todas las mujeres del mundo”.

Una observación, todos nos rasgamos las vestiduras por el evidente agravio de Hilario Ramírez Villarreal a una mujer de la que sólo sabemos que se llama Rosita, pero de la que ni siquiera sabemos su apellido, procedencia y opinión sobre el suceso.

En cuanto a Layín, me gusta para cobarde y se me hace que para dormir se quita el bigote.

Tuiteo

Le preguntaron si había tomado y contestó: Lo que pasa es que ya estamos pedos todos ustedes menos el maestro Lizárraga y yo también…