La nueva vida tiene huecos, espacios entre unos y otros y mayor desconexión con el otro. Salimos para encerrarnos, vaya paradoja
Es viernes, el tercero del mes en curso, el número 38 de este año y si no me fallan las cuentas con mi calendario en mano, es el 78 o el septuagésimo octavo en el que no voy al cine.
Seguramente alguno de ustedes también ha detenido su vida social de una manera tan extrema, que al día de hoy ya no saben si el no convivir y estar en casa lo más aislado posible, comienza a convertirse en una cotidianidad.
Los colores de los semáforos que cada una de las autoridades estatales han colocado, cambian y no cambian, es más creo que esta vez no sé de qué color estamos. Algunos espacios han sido reabiertos, otros cerrados, unos pueden tener mucha gente, otros no y así nos vamos.
Es viernes y la fotografía para esta sección debe de ser ajena al cúmulo de emociones y sentimientos que el propio 15 de septiembre nos trajo a todos los mexicanos.
Como lo dije en este espacio, los mexicanos estamos confundidos y ayer fue otra manera de entender que estamos perdiendo el rumbo de un país democrático y humano.
Hoy en mi paseo por las galerías de imágenes de agencias internacionales, redes sociales y fotoperiodistas reconocidos me he quedado con esta imagen captada por el fotoperiodista Adi Weda en Indonesia.
La escena podría resultar conocida para todos en el mundo entero, sin importar fronteras ni idiomas.
La nueva vida tiene huecos, espacios entre unos y otros y mayor desconexión con el otro. Salimos para encerrarnos, vaya paradoja. Queremos que nos de el aire, pero nos hemos bloqueado cualquier capacidad de inhalar y respirar.
Tenemos miedo y aparentamos que ya somos muy normales para una nueva vida, una cotidianidad distinta pero que nos permite salir de casa, aunque sea tapado de pies a cabeza.
Habrá quien no haya detenido nada y siga en la vida de antes, pero al menos yo no.
El trabajo es la necesidad primordial para salir y correr el riesgo, pero proteger a la familia y a los seres queridos es la otra pieza fundamental en la balanza de esta nueva vida.
Contando tantos viernes, llega la nostalgia de cuando íbamos al cine y de extrañar al personaje que se sentaba a tu lado y se le caían las palomitas, o a la parejita que se acurrucaban en los asientos, y a los que prendían la pantalla cuando ya todo estaba oscuro y ni se diga al que s ele ocurría contestar la llamada.
Porque eso somos, un montón de acciones espontáneas que rompen las propias reglas que nosotros hemos impuesto, como ir al cine y estar en silencio.
Me visualizo en esa sala de cine vacía, prendiendo mi celular para no sentirme tan sola entre tantas X obligadas a mi alrededor.
La nueva vida.
