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La vida diaria en su máximo esplendor sucede a nuestro alrededor, en donde millones de historias se van contando por sí mismas.

La joven que sale a trabajar preocupada porque el chavo que le gusta no le hace caso, o porque en su casa algo no anda bien; la señora que aún a sus 70 años tiene que salir a trabajar porque ninguno de sus hijos se ha dado la vuelta a casa para preguntarle si necesita algo.

El padre que lleva de la mano a su hijo a su trabajo, porque con la pandemia no han abierto su kínder y tiene que llevarlo a todas partes, aún sabiendo que lo expone.

La pareja que cree y no cree que el virus aún exista, a él le da por ponerse mal el cubre bocas en señal de apoyo a su mujer porque ella ni siquiera piensa utilizarlo.

El joven que salió de casa sin desayunar y camina directamente hacia un lugar donde sabe que podrá comer rápido y barato.

La niña que va en los hombros del padre, no entiende por qué va tanta gente caminando a su lado, y no sabe qué más pensar, quizá es parte de una aventura que solo ella puede ver desde lo alto.

La madre que va con su hijo hasta que lleguen al metro, porque allí cada quién se irá para su lado, ambos buscan qué más hacer porque no les alcanza y porque el papá murió a causa del Covid, entonces ellos usan el cubre bocas bien puesto y a como de lugar, porque saben que existe, que es real y que les da miedo.

Eso es un pedacito de vida sobre Av. Juárez en el centro de la Ciudad de México, por donde pasan cientos de miles de personas diariamente para tan múltiples actividades.

Allí van acompañados de las buenas intenciones de cumplir una sana distancia que les es imposible, van mezclándose entre algún contagiado o el propio virus reteniéndose en algún espacio de aire.

El Covid sigue entre nosotros, sigue sin verse pero las muertes se siguen contando, 790 más muertes y más de 7mil casos nuevos.

En un país como el nuestro en donde el 35% de la población ha cumplido con el esquema completo de la vacunación y un 65% no tiene ni una o dosis incompletas que los dejan en la desprotección y vulnerabilidad total.

Una foto que refleja que aún hay quienes se niegan a entender que el virus mata y que aún negándose, van por allí con una vida a medias.

La vida a medias - 1e290f10d5b6e3a2746a77be3e43a5f0660495bcw
EFE/Carlos Ramírez