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La más reciente caravana migrante avanza por el municipio de Santo Domingo Zanacatepec en el estado de Oaxaca, con dirección a la Ciudad de México como un punto intermedio para después llegar a su meta, que es Estados Unidos.

El día de hoy avanzaron otros 12 kilómetros por el estado del sur de nuestro país, con el cansancio propio y esta vez siendo menos, pues el contingente se ha disminuido de días atrás para acá, por su situación de vulnerabilidad, especialmente entre niños, niñas, adolescentes mujeres embarazadas o personas con algún tipo de enfermedad o discapacidad.

El deseo de tener una mejor vida continúa en la cabeza y en la sangre de estos hombres y mujeres que siguen saliendo de sus hogares para dejar sus países y cruzar a lo desconocido hacia lo que ellos creen y esperan les de una mejor vida y sobre todo, oportunidad de vivirla de una manera digna.

El tema es ya conocido por todos, hemos visto muchas imágenes y videos de quienes van cruzando nuestro país, hasta sus enfrentamientos con la Guardia Nacional.

El control y el descontrol cuando las fronteras se cruzan y el miedo de las autoridades se instala justo en la franja en donde la humanidad debería de ser el motor para ayudarlos y extenderles la mano.

La fotografía que hoy elegí, tomada por el fotoperiodista Daniel Ricardez para EFE, es tan simple como observarla con detenimiento y reflexionar en lo que a nosotros nos toca en estos días.

El señor con playera deportiva color gris, quizá algo que refleja su ánimo. Al final lo que elegimos para vestirnos siempre estará relacionado en el cómo nos sentimos. El color tenue, que aparece en la tonalidad entre el blanco y el gris, está él que camina con la incertidumbre de qué le tocará en los siguientes kilómetros.

Para pasar desapercibido hay que andar sin color, sin nada que llame la atención y ellos lo saben. Su mochila negra tras su espalda y una especie de colchoneta o sleeping bag también al costado.

Camina inclinado por el peso de la colchoneta roja, color, inquietud, energía, atención, peligro,

calor, esfuerzo y cansancio.

Todo eso lleva a su espalda y su cuello, que lo hace caminar cabizbajo, con la mirada al piso y concentrado en su caminar. Hoy fueron 12 km, ayer otros más y antier otros.

Kilómetros en sus espaldas, en su cuerpo y en sus pies. Pero sigue y continuará hasta que alguien le diga que no puede hacerlo más.

Sus pertenencias visibles solo son dos, la mochila y el sleeping bag, suficiente para ir cansado y ligeramente jorobado por el peso.

Una imagen que podría no parecer nada, mas que lo lógico de quien camina en una caravana de esta magnitud, pero la elegí porque a diferencia de quienes vivimos en este hermoso país y que tenemos la fortuna de tener una realidad mejor a la de él y a los miles de migrantes que están de paso por nuestro país es que él solo carga con lo más esencial para sobrevivir.

No van con nada que les estorbe, que les genere más cansancio y mucho menos que puedan ser asaltados.

En cambio, aquí estamos entrando al “BuenFin” y ya comienza el acelere por comprar pantallas, electrodomésticos, aparatos electrónicos y todo eso que parece que es más barato en estos días y que son fáciles de comprarlos a meses.

Una simple reflexión para darnos cuenta de lo que en realidad necesitamos y lo que estorba para avanzar, y eso incluyen las deudas.

La caravana y El Buen Fin - 6e581e6f43ff842ba51364eabbc264698225e39cw-1024x731
Foto: Daniel Ricardez /EFE