Elecciones 2024
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Hoy en día, se cuestiona si la imagen de un político es importante o no; pareciera que los buenos modales, la educación y el conocimiento sobre el impacto de un buen vestir y comportamiento han caducado.

Hay quienes difieren en que la imagen importa, sin embargo, olvidan que lo que mostramos y cómo lo hacemos es comunicación y sí implica un factor de impacto y transformación.

La manera en que vestimos incluye elementos como nuestra trayectoria, el autoestima, es decir, qué tan seguros o no nos sentimos con nosotros mismos, nuestras emociones y allí viene el tono de voz y nuestro lenguaje no verbal que nos echa de cabeza si es que no sabemos controlarlo de manera correcta.

Mientras veía por la mañana los periódicos españoles, los cuales me gustan mucho porque su diseño siempre es limpio, ordenado, cuadrado, con un gran espacio para buenas fotografías en cada una de sus páginas, que hace que la lectura se disfrute y la imagen se aprecie, me enfoqué en la manera de vestir de todos los políticos, principalmente que aparecían.

Los políticos siempre deberían de andar bien vestidos, porque deben de cuidar esa parte de su imagen que es la visual, la que impacta, atrae o rechaza la mirada del lector y evidentemente del ciudadano.

En América Latina, principalmente el tema de la vestimenta en los políticos tiene un doble juego, porque ahora se infiere que entre menos cuidadoso y más descuidado el o la personaje es “más cercano” al pueblo. Cuando en realidad lo que los acerca es cuando el líder político capitaliza la emoción colectiva.

La construcción de la imagen de un personaje, incluye su olor, la manera de vestir, es decir, la apariencia con la que transmita seguridad, seriedad, formalidad y compromiso a la gente.

Por más que hoy en día seamos más humanos y conscientes de que hay que valorar la intelectualidad desde el interior y el exterior, una buena apariencia siempre reforzará o no, justo eso que te atrae de alguien.

En los políticos europeos no vi a ninguno con camisas arrugadas, trajes de tallas más grandes, despeinados, con zapatos sucios, descuidados o desarreglados.

El político debe siempre de vestir bien, cuidar y dar formalidad a su labor. Es absurdo pensar que salir con una camisa sucia, un pantalón de tallas más grandes, de tener los zapatos sucios, y cualquier otro detalle de descuido es una semejanza de su cuidado para la gente.

Ojalá no se confundiera el desprestigio que se han ganado los partidos políticos y sus integrantes, con la exigencia en una imagen completa, porque, aunque usted no lo crea existen asesores de imagen que se encargan del vestuario, los colores, el estilo, protocolo, etiqueta, oratoria, lenguaje corporal y comunicación no verbal.

El político no deja de estar en campaña, por el solo hecho de que siempre tiene que mostrar resultados y por consecuencia, seguir con el tú a tú con la gente, y no, no puede salir como un sábado cualquiera cuando fuera al súper para tratar un tema de importancia. Por ahí dicen que una imagen adecuada es un recurso para acceder al poder y ejercerlo.

Una de sus obligaciones es transmitir confianza y credibilidad, y no solo con los discursos, sino con el todo en materia de imagen.

Ojalá no confundieran que la informalidad, el descuido y la facha es una manera de acercarse a la gente, como tampoco un gasto excesivo en ropa de marca y accesorios exclusivos. Lo que la gente siempre querrá será seriedad, dominio, poder, respeto y quien ejerza liderazgo.

Nos guste o no, el político debe de ser político, porque para vestirse como un ciudadano, no los hace ciudadanos de calle, ni mucho menos si viven en un Palacio y quieren que la gente se lo crea.

Así no.

El político debe vestirse bien - screen-shot-2022-08-31-at-211838-1024x851
Foto de EFE.