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La trampa en muchas universidades para brincar los requisitos de entregar trabajos, proyectos, investigaciones, tesinas y tesis es demasiado común, lamentablemente muy común. No se diga para copiar en exámenes.

Pero la trampa no solo alcanza a los alumnos sino a muchos profesores, en especial los de asignatura.

Los copy-paste abundan ante la falta de rigor académico; frente al cómplice silencio de profesores y alumnos.

Y no por ser común esta situación deja de ser sorprendente y preocupante.

Tuve la oportunidad de cursar licenciatura y media; una de Derecho y otra de Psicología, así como la Maestría en Psicología. Lo hice en una etapa de edad madura, no hace mucho tiempo. Y en verdad era terrible observar presentaciones de maestros y alumnos copiadas hasta con faltas de ortografía de textos encontrados en Google. Y hablamos no de chamacos, sino de gente ya adulta.

¿Quieren saber cuándo alguien se fusiló un texto? Coloquen en el buscador de Google un párrafo del escrito del tramposo. Si aparece íntegro es fusil total; si aparece con algunos cambios es fusil a medias.

Al menos eso es lo que hacía yo para saber cuándo un profesor había preparado sus materiales y cuándo algunos compañeros incurrían en el plagio de trabajos elaborados en espacios tan básicos como buenastareas.com que está alimentado de un montón de plagios.

Usé esa práctica de cotejar lo legítimo de los textos cuando tuve oportunidad de impartir clases.

Conocí profesores que exigían el rigor académico e incluso un profesor de Derecho Civil que abiertamente cuestionaba que en muchas universidades se hubiera eliminado el requisito de la Tesis y el examen profesional; ya no digamos las materias para la preparación del proyecto de investigación. Terminó despedido de manera humillante, acusado de una falsa imputación de acoso sexual por alumnas que –después se supo- le exigían ser aprobadas porque de plano no pasaron la materia.

Supe de personas que abiertamente se dedicaban a vender sus servicios para la realización de exámenes en línea y de maestros barcos, sobre todo suplentes, que daban clases chafas por cumplir el requisito. Esto mismo lo escuché en boca de algunos alumnos de una prestigiada universidad que se quejaban de la mala preparación de clases por parte del maestro.

Hubo el caso de un alto funcionario policial que enviaba a sus escoltas o ayudantes a tomar apuntes e incluso a presentar exámenes. Y de amenazas contra algunos profesores si se atrevían a reprobar al jefe máximo policiaco, de hace no muchos sexenios.

Pero hete aquí que todos cumplimos el requisito, el trámite, con trampas o sin ellas. Todos cubrimos la totalidad de los créditos.

Hubo incluso quienes, aún con trampas, obtuvieron el 10 cerrado con grado de excelencia.

Pero recuerdo a maestros que, con verdadero espíritu académico, rigurosos, decían que el 10 no hace a la persona. Lo que lo hace a la persona, al profesional, es su actitud y conducta diaria.

“De estos 20 que tengo en clase, si rescato 2 ó 3 me doy por bien servido”, comentaba un profesor que se sabía de memoria a los grandes autores en Filosofía de Derecho.

Y ese es el punto. Para la Universidad Panamericana la crisis que enfrenta tiene hondas raíces. Su respuesta del hecho consumado frente al que ya nada se puede hacer tiene lógica administrativa pero no quita el efecto perceptual: hubo trampa, se incurrió en conductas irregulares para cumplir requisitos y no sólo falta de rigor metodológico. Por eso la conveniencia de recurrir a una opinión técnica de la Universidad Nacional Autónoma de México, a la cual estaba incorporada la Facultad de Derecho de la UP hace 25 años.

Incluso retirar un título ni siquiera es de la competencia de la Universidad, sino de la Secretaría de Educación Pública, en tanto que la validez y autenticación de los estudios corresponden a esta dependencia a cargo de Aurelio Nuño.

El golpe a Enrique Peña Nieto ha sido seco. El objetivo de quienes removieron los escombros académicos del presidente es claro: restarle autoridad moral en el tema educativo. ¿Cómo puede pedir excelencia académica si cayó en conductas irregulares? ¿Cómo exigir rigor académico si no lo tuvo al elaborar su tesis o quien la haya realizado? ¿Cómo aplicar una evaluación si tal vez no podría siquiera pasarla?

El tema aquí no es si se cumplió o no el requisito. Todos quienes hemos tenido la oportunidad de cursar estudios universitarios los cubrimos. El asunto es cómo nos desempeñamos académicamente. Cuál fue nuestra actitud y conducta porque habla de cómo somos o seremos, en el caso de las generaciones jóvenes las cuales -por cierto- hoy tienen mayores elementos para el plagio o incurrir en el fraude académico.

Al presidente Peña le quedan 16 meses de gestión. Pero este affaire no debe quedar solo como un asunto escandaloso de uso político, sino como una preocupación para las universidades en la revisión de la exigencia académica. Se sabe de la rigidez en la UNAM para cursar posgrados pero también del enfoque al cliente de otras, de muchas instituciones universitarias.

La reforma educativa es necesaria y debería tener más alcances. Por algún lado se debe romper el círculo de la simulación y la falta de calidad en la enseñanza. No es solo la transmisión de conocimiento, sino la formación de individuos y de imprimirles un sentido ético en su actitud y conducta. Y esto debería ser no solo para los alumnos, sino para los profesores.

PostScriptum.- Interesante será ver este jueves primero de septiembre el juego de fuerzas que habrá entre los opositores al gobierno de Enrique Peña Nieto que saben usar las plataformas digitales –como es el caso de los Jóvenes con Noroña y los fieles a Morena, así como los panistas cibernéticos-  contra la nueva estrategia impulsada en Los Pinos de acercamiento con millenials, haciendo uso de redes sociales y transmisiones en línea. A menos que se haya hecho una ingeniería tal en el mundo de los algoritmos que nada se salga de control.

@LuisAlbertoRodr

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