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Durante toda esta semana hemos visto múltiples videos y fotografías de adultos mayores recibiendo su vacuna en la delegación Miguel Hidalgo, en la Ciudad de México.

Mujeres y hombres sentados de manera ordenada esperando a que les tocara su turno, algunos recibiendo una atención personalizada por los jóvenes voluntarios que se han entregado a ayudar y acompañar a los más cercanos a las 60’s como a los más adultos.

Muchos llegando en sillas de ruedas acompañados de sus familiares, e incluso con sus propios tanques de oxígeno se han dado cita a los distintos puntos de vacunación en la capital.

El desorden de los primeros días parece haberse reestructurado y los comentarios post vacunación, comienzan a ser más elocuentes y sobre todo, los que reconocen el esfuerzo propio de las autoridades para que cada día se cubra mayor población vulnerable ante los efectos del COVID-19.

Cada uno de nosotros somos un cúmulo de historias, y en este tipo de eventos a donde acuden un sin fin de personas siempre me ha parecido interesante detenerme a observar cada detalle, miradas, vestimentas, posturas, quién ve a quién, los que parecen perdidos, los que necesitan orientación y los que solo están allí viendo a ver qué hay.

Aunque las imágenes más recurrentes en nuestra memoria sean las de la CDMX por las mismas razones, está el otro México que avanza un poco más lento en temas de vacunación, pero que ya comienzan a aplicarse.

Allá y acá también hay más historias por conocer, por contar y por descubrir entre los adultos que acuden por sí mismos a aplicarse su primer vacuna, como los más ancianitos que tienen que ser acompañados y hasta cargados por familiares o ayudantes.

Estas distintas realidades tienen que ser vistas para compartir el avance ante esta pandemia, donde los más vulnerables comienzan a sentirse un poquito más seguros.

Ellos, don Seferino y doña Galina, él de 75 y ella de 83 años acudieron el día de ayer a recibir la primera dosis en Celaya, Guanajuato.

Ella ha ido perdiendo la movilidad debido al Parkinson, encorvada, mirando hacia abajo, fue llevada por su marido, don Seferino quien pasó la noche a las afueras del Auditorio Francisco Eduardo Tresguerras en Celaya para asegurarle el lugar a su mujer.

Apenas abrieron, él pidió ayuda para que le “apartaran” su lugar y poder ir por doña Galina. Se presentó con ella como podía y con lo que tenía: una silla de aluminio color azul, oxidada y desgastada, sobre un triciclo.

Ella muy bien peinada, bien vestida, y hasta combinada con su sweater color melón, su vestido floreado y su colchita para taparle sus piernas. Un cubrebocas y un kleenex entre sus manos.

Él con su frente adornada de arrugas con la muestra clara de su cansancio y alivio de estar allí. Su rostro cubierto con un cubrebocas negro, su camiseta azul, su chaleco café y entre sus manos, seguramente los papeles necesarios para que la vacunaran a ella.

Las otras historias en la vacunación - que-tierno-a-bordo-de-un-triciclo-don-seferino-llevo-a-su-esposa-vacunar-1
Don Seferino y doña Galina, él de 75 y ella de 83 años acudieron a recibir la primera dosis en Celaya. Foto: Especial

¿Cómo no marcar esto como una victoria para ambos? ¿Cómo no pensar en que la vacunación viene a resguardar el inmenso temor de morir? Sobre todo a todos los que comienzan a quedarse indefensos, solos y bajo su propia suerte.

Como pueden acompañándose, y demostrando esta etapa del amor del uno por el otro, esa que con más de 50 años de casados, uno lo necesita más al otro y el otro hace todo por soportarla, cuidarla y llevarla a donde sea con todo y un triciclo si es necesario.

Hay fotografías que no necesitan ser tomadas por profesionales para que cuenten una buena historia, sobre todo si quienes aparecen allí ya vienen con su propia hazaña de vida.

El proceso de vacunación, también debe de ser un buen estímulo para los fotoperiodistas para salir a cazar historias como la de don Seferino y doña Galina. Acercarnos a las victorias personales de sentirse más tranquilos a la hora de salir de casa o acudir al médico.

México también avanza, de a poquito, pero lo hace y si no pregúntenle a esta pareja que sin ningún tipo de ayuda en movilidad como una silla de ruedas o alguien que les acompañe han logrado su primera dosis.