La agenda suscrita por los grupos parlamentarios que enarbolan la cuarta transformación contemplaba una nueva reforma educativa
En vísperas del inicio de su sexenio, Andrés Manuel López Obrador llamó a la unidad y la reconciliación a las distintas facciones del magisterio. La agenda suscrita por los grupos parlamentarios que enarbolan la cuarta transformación contemplaba una nueva reforma educativa —para no dejar “ni una sola coma” de la legislación peñista, producto del Pacto por México— y en el periodo de transición, convocados por Esteban Moctezuma Barragán, ocurrieron los foros de consulta que saturaron los representantes del SNTE, del STE y del movimiento Maestros por México (MxM).
La Coordinadora sería la primera agrupación de trabajadores de la educación en reunirse con el entonces presidente electo. Elba Esther Gordillo Morales había quedado absuelta de las acusaciones formuladas en su contra por la PGR, por presuntas operaciones con recursos de procedencia ilícita y defraudación fiscal y con su equipo compacto valoraba sus opciones. Su prioridad era regresar al SNTE por la puerta grande… y echar de la dirigencia sindical al “grupo de traidores” encabezado por Juan Díaz de la Torre.
Para asegurar el futuro de la reforma en ciernes, la administración entrante comenzó a negociar con los grupos magisteriales en pugna. El lado oficialista interpretó adecuadamente las señales enviadas por Moctezuma Barragán y la ministra Olga Sánchez Cordero, a través del subsecretario Zoé Robledo: dos semanas antes de la toma de posesión de AMLO, en una sesión extraordinaria, el pleno del Consejo Nacional del sindicato que aglutina a 1.3 millones de trabajadores, modificó su organigrama y desapareció el cargo de más alto rango (la presidencia del Consejo General para el Fortalecimiento de la Educación Pública), tras la dimisión de Díaz de la Torre.
“En México, presidente sólo hay uno y sólo habrá uno: usted”, dijo el secretario general del sindicato, Alfonso Cepeda la tarde del 28 de noviembre a AMLO. El presidente electo había recibido en sus oficinas a un contingente de representantes de la disidencia y más tarde, encontró una dirigencia oficialista solícita, colaborativa.
Díaz de la Torre tomó las riendas del SNTE tras la detención de Gordillo Morales, el 27 de febrero del 2013. Y tras cinco años como interino, quiso brincar a un cargo legislativo pero Nueva Alianza no obtuvo los votos suficientes para refrendar su registro como partido político en las elecciones federales del 2018.
La maestra recuperó su libertad el pasado 8 de agosto y en su primera aparición pública —dos semanas después— emplazó a Díaz de la Torre a dejar el cargo que había usurpado. Paulatinamente, la estructura electoral del magisterio había abandonado al partido turquesa y se había reagrupado en torno de las Redes Sociales Progresistas, articuladas por Fernando González Yáñez —yerno de Elba Esther— y el abogado Juan Iván Peña Nader.
Derrotados en las urnas —el dirigente magisterial ocupó el primer lugar en la lista de candidatos pluris de Nueva Alianza en la tercera circunscripción y el líder del partido encabezaba la lista de representación proporcional para el Congreso de la Ciudad de México—, se vieron forzados a entregar sus cargos.
Los elbistas trazaron una ruta para recuperar el control de la organización sindical y conformaron la agrupación MxM para exigir la convocatoria a elecciones internas. Dos exsecretarios generales del SNTE —Tomás Vázquez Vigil y Rafael Ochoa Guzmán— fueron comisionados para recorrer el país y sumar adeptos.
A la ofensiva elbista, Cepeda respondió con la seguridad de tener la nota de nota y el respaldo de los 60 secretarios seccionales. El acompañamiento en la discusión de la reforma educativa y la presentación del pliego de demandas quedarían bajo su jurisdicción.
A cambio —como lo ofreció ante AMLO, la tarde de ese 26 de noviembre del 2018—, el secretario general del SNTE prometió que convocaría a elecciones. “Es un reto, es un desafío que estamos dispuestos a afrontar, porque tenemos la seguridad de que contamos con el respaldo de la inmensa mayoría de los trabajadores de la educación de México”, presumió ante el presidente electo.
Una semana antes, el pleno del Consejo Extraordinario había aprobado la instalación de una comisión “amplia y plural” que fijaría la ruta crítica para la elección interna con voto secreto, directo y universal.
“Ante todo primero está México, primero está la educación, y todo eso supera los intereses personales o de grupo”, sostuvo Cepeda ante AMLO, quien llamó al resto de las expresiones magisteriales a validar la propuesta de reforma educativa de la 4T, “sin claudicar en nuestros principios y valores”.
La promesa de Cepeda fue saludada con entusiasmo por el político tabasqueño. “No le tengan miedo a la democracia”, les dijo a los 150 líderes seccionales y representantes del CEN del SNTE aquella vez.
“Si hay voluntad de las partes y están dispuestos en los hechos a llevar a la práctica la democracia, podemos establecer un acuerdo para que nosotros funjamos como jueces, (acompañarlos) sin cargar los dados, sino que se cuide la voluntad de los maestros”, ofreció.
El acompañamiento de la 4T —empero— quedaría sujeta a que las facciones sindicales alcanzaran un acuerdo para convocar a la elección. “Si vemos que no hay condiciones, mejor nos retiramos. No nos queremos involucrar en conflictos”, sentenció López Obrador.
Coadyuvancia, no injerencia. “El gobierno no se va a meter en la vida interna de las organizaciones sindicales (…) tienen que ser ustedes los que de manera independiente, libre, decidan quiénes van a ser sus representantes”, prometió al tiempo de emplazarlos al diálogo con las demás corrientes magisteriales. “Nada con la confrontación, con aferrarnos a lo que ya no corresponde a los nuevos tiempos. No se puede poner vino nuevo en botellas viejas”.
Al cumplirse 100 días de la nueva administración, los elbistas tocaron las puertas de Palacio Nacional para exigir que la promesa de Cepeda sea cumplida. Nadie los atendió… y por eso reapareció la maestra, después de un viaje que la llevó al Lejano Oriente.
EFECTOS SECUNDARIOS
¿MADRUGUETE? A las 10 de la noche del pasado martes 9, Zoé Robledo llegó a Pachuca. Y sin avisar al gobernador Omar Fayad o al secretario de Gobierno, Simón Vargas Aguilar, se trasladó directamente a la sede del Congreso de Hidalgo, para reunirse con una veintena de representantes populares. El subsecretario de Gobernación atendía un llamado formulado hace tres semanas por el líder de la Junta de Gobierno, Ricardo Baptista, a través de una misiva que entregó al Ejecutivo federal. Luego de cuatro horas, el funcionario federal ofreció mantener el diálogo franco y directo.