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Me he perdido en los detalles de la batalla de Trump con el FBI sobre la llamada “trama rusa”: la posibilidad de una colaboración de Trump y su equipo de campaña con el presidente de Rusia, Vladímir Putin, para ganar las elecciones.

Acabo de ver la película sobre Mark Felt, el “garganta profunda” de Watergate, y la batalla del gobierno de Nixon para silenciar las investigaciones del FBI sobre la irrupción de unos ladrones en las oficinas de la campaña presidencial del Partido Demócrata, el 17 de junio de 1972.

Era la primera presidencia de Nixon, quien se reelegiría ese mismo año. Felt era en ese momento director interino del FBI. Sería despedido poco después de la agencia, donde había servido 25 años bajo la sombra de su mentor Edgar Hoover. La venganza por este despido es el origen de la filtración que hizo Felt a la prensa sobre Watergate, la historia que hizo historia en el periodismo mundial.

No he leído el libro de Felt del que nace la película. Pero viendo la película me enteré de que, desde los primeros días de la investigación sobre Watergate, Felt y sus hombres sabían con absoluta precisión que los intrusos no eran unos rateros despistados, sino personal con muy serios antecedentes en el aparato de inteligencia de la CIA y con vínculos directos con el cuarto de guerra de la campaña de reelección de Nixon.

La película recrea la batalla de la Casa Blanca por encubrirlo todo, acallar la investigación y obstruirla luego por todos los medios.

Felt fue filtrando a la prensa lo que sabía y la prensa fue mostrando, paso a paso, durante los siguientes dos años, que Nixon también sabía todo desde el principio del desaguisado, pues era su artífice.

La película de Felt tiene un poderoso efecto de espejo sobre la historia de coerciones, despidos y revelaciones de la “trama Rusa” que desvela a la presidencia de Trump.

Es como si el FBI de hoy ya supiera sobre la trama rusa todo lo que sabía el FBI de entonces sobre Watergate, y solo fuera cosa de tiempo para que nos enteráramos todos.

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