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“Yo fui gobernador, y creo que un secretario —y más el de Gobernación— debe darle siempre el mayor margen de acción posible a su jefe para que pueda refrescar el gabinete”, me dijo a principio de año Miguel Ángel Osorio Chong a propósito de la versión de que en la horas previas a la Navidad le había presentado su renuncia al presidente Peña Nieto.

—¿Sí fue a renunciar, secretario? —le pregunté.

—Sí —respondió con economía de recursos.

Si eso hizo entonces, yo daba por sentado que lo volvería a hacer ayer; que lo haría hoy, mañana, cuando el Presidente regresara de Francia. Pero anoche dijo categórico: “Los momentos de crisis no son para renunciar”.

Osorio Chong es un hombre de poder y ambiciones, ciertamente, pero hay elementos para presumir que es un hombre de Estado también. Con las altas y bajas que se quiera, el encauzamiento del conflicto de Ayotzinapa, el de la CNTE, los acuerdos en el Politécnico y la bien acabada elección federal serían ejemplos de ello. Es comprensible que en las horas en que se busca una estabilización tras la fuga de El Chapo Guzmán maneje un discurso de control de daños. Debe saber, sin embargo, que no puede engañarse mucho tiempo, porque en esta crisis no hay forma de engañar a muchos.

Falló el gobierno federal, el área de seguridad del gobierno del presidente Peña Nieto, la zona central del secretario de Gobernación, incapaz de asegurar el control de una cárcel donde viven tantos criminales peligrosos y sanguinarios.

El Presidente y el secretario de Gobernación no pueden reducir el asunto, el ridículo, la estampa de ineptitud y corrupción, al ámbito penitenciario, a tres despidos de sus subordinados. Tampoco podrán lavarse las manos alegando una crisis de Estado. El Chapo se les escapó a los dos. No a los diputados, senadores, gobernadores, jueces. Para efectos, se les escapó sólo a ellos dos.

Si es consistente, Osorio Chong debería presentar de nuevo la renuncia: falló y no hay forma de resarcir la falla, de volver a ser eficaz. Si el presidente Peña Nieto la aceptara, condenaría históricamente a su fiel secretario de Gobernación y lo pondría al alcance de la justicia. Pero habría encontrado a un invaluable chivo expiatorio. Si lo sostiene, asumirá la responsabilidad entera de ser el hombre que dejó escapar a El Chapo. Y de poco le servirá ya Osorio Chong, quien quedará reducido al duro papel de cadáver político viviente. Incluso si capturaran pronto a El Chapo.

Un golpe tan devastador obligaría a entregar esa cabeza. El problema es que no serviría de mucho. El daño está hecho. Con o sin Osorio Chong.

MENOS DE 140. Desairado ahora por el PRI, el una vez candidato del PAN, Gerardo Buganza, buscará como independiente el gobierno de Veracruz. Buen perfil.

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