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Terminó para fines prácticos la primera mitad del año que tuvo como punto culminante la celebración de las elecciones a principios de este mes.

El 2 de junio marcó muchas cosas, desde el diseño del Presupuesto de Egresos para este 2024 con una clara inclinación hacia un gasto excesivo con fines electorales, el claro intervencionismo presidencial en el proceso, la injerencia del crimen organizado en las campañas, hasta los resultados electorales.

Ya le tocará a la historia analizar hasta dónde se dio la intervención del régimen en el proceso electoral y sus resultados. Pero, de forma inmediata, lo que generó una reacción no tan positiva fue la composición que tendrá la siguiente legislatura del Congreso.

Como si el Presidente saliente supiera con antelación los resultados, presentó en febrero pasado una agenda legislativa con cambios constitucionales que anticipaba se discutirían en septiembre y así será.

Y así llegamos a finiquitar la primera mitad de este 2024, con más incertidumbre que certezas respecto a lo que sigue para el país.

La segunda mitad de este año ya anticipaba la incertidumbre del resultado electoral de Estados Unidos, en sus elecciones presidenciales de noviembre, como el centro de la atención, básicamente por la virulencia de las campañas en contra de México y, claro, la posibilidad de regreso de Donald Trump a la presidencia de aquel país.

Sin embargo, la máxima angustia para la estabilidad, y de hecho la viabilidad, nacional regresó a los temas nacionales y se adelantó a septiembre.

El último mes del mandato de López Obrador puede ser también el último suspiro de la división real de poderes en México, porque el tránsito de sus reformas, en especial la del Poder Judicial plantea pasar por su expertice del manejo electoral la selección de jueces, magistrados y ministros.

La señal que ha mandado hasta ahora la virtual presienta electa, Claudia Sheinbaum, es que se inclina por escuchar a las partes, abrir la discusión con las partes afectadas e incluir sus razonamientos en las discusiones legislativas, algo que es contrario a la forma de proceder del Presidente saliente.

Si vemos los dos grupos de designaciones de futuros funcionarios del gabinete, parecería que sí hará valer cierto margen de independencia frente a su mentor López Obrador, pero lo que va del gabinete no hace un verano democrático todavía.

Pasado lo que pinta ya como un septiembre negro, vendrá después el cambio de gobierno el 1 de octubre que podría marcar alguna diferencia en el discurso de la Presidenta entrante y de ahí, a noviembre con un par de acontecimientos importantes.

Primero, lo dicho, las elecciones en Estados Unidos el 5 de noviembre, pero también durante ese mes hay una fecha clave en materia de política económica interna, y es el día 15, cuando el Poder Ejecutivo entrante está obligado a presentar su iniciativa de Ley de Ingresos y proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación.

Ahí se verá qué tan apegados a la realidad de un año 2025 complicado está el gobierno entrante. Ver si sus planes están apegados a una realidad económica o bien si prevalece el mundo de los otros datos.