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Uno diría que la utilidad de la figura de revocación de mandato es que se trata de un recurso constitucional para suplir a un gobierno catastrófico.

El postulado implícito de la figura es suplir a un gobierno que fracasa y al que rechaza la nación.

El postulado implícito en la propuesta del presidente Andrés Manuel López Obrador es el contrario. Se trata de un gobierno que está en el clímax de su aprobación y que espera conservarla dentro de tres años.

La lógica política de su propuesta es que no se someterá realmente a la revocación, sino a la ratificación de mandato para un gobierno exitoso.

López Obrador irá a la revocación no para poner en juego su continuidad, sino para ganar su permanencia, tal como dice la iniciativa de ley. Y para ampliar su mayoría, su fuerza y su poder.

Es posible que López Obrador se equivoque en sus cálculos y que a la hora de la prueba trienal su aprobación haya disminuido y se enfrente al riesgo implícito en el mecanismo: unir a la oposición contra el gobernante en funciones para quitarlo.

Después de todo, López Obrador ganó por 53 por ciento de los votos contra 47 de sus opositores. Sus opositores unidos no tendrían sino que mejorar tres puntos para empatarlo y cuatro para derrotarlo.

Puede suceder lo contrario, López Obrador puede conservar su aprobación actual dentro de tres años y obtener una victoria aplastante que arrastre la elección del Congreso y las elecciones locales de todo el país, consolidando así, con votos frescos, una hegemonía democrática de mayoría calificada, sin necesidad de alianzas, en todas partes.

Si esto sucediera al cumplirse la mitad de su mandato, ¿cuál sería la razón para no seguir de frente hacia la reelección en 2024?

No habría sino dos razones: una, el tabú antirreeleccionista, cuya violación podría quitarle apoyo; dos, su decisión personal, de la que ha dejado constancia en un documento firmado cuya existencia misma es una anomalía, un surtidor de incredulidades.

La revocación de mandato en 2021 sería igual de preocupante si el Presidente pierde y tiene que irse, y si el Presidente gana, y quiere quedarse de más.