Elecciones 2024
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Nos encontramos siendo testigos de tan diversas acciones de la sociedad, que pareciera que el enojo, el odio y la desobediencia comienzan a volverse pilares para replantear la manera de vivir y de exigir.

Los mexicanos tenemos la fortuna de no tener la piel tan delgada y por lo tanto no caer en el susto y espanto cuando una turba de personas que piensan diferente, que exigen la promesa incumplida, que demandan justicia o solo imponer su ideología salen a las calles.

Nosotros estamos curtidos contra el desacato y la resistencia, porque cuando la banda se junta, va en serio y sin sonrisas ni disfraces.

Estados Unidos hoy se estrenó en ese escenario de violencia, antidemocrático, de resistencia y de peligro para su propia historia política.

De nueva cuenta, agradecidos por la inmediatez y la enorme cantidad de vías por las que nos llega la información, supimos del caos que el propio presidente Trump comenzó a incitar hoy por la mañana, cuando se presentó antes sus seguidores con un discurso acusativo de fraude electoral.

Estando a tan poca distancia El Capitolio de la Casa Blanca, no dudo que Donald Trump comenzara a ver cómo sus simpatizantes iban de menos a más para rodear los jardines del edificio que resguarda las dos cámaras del Congreso de Estados Unidos.

Lo que hoy se iba a hacer era contar los certificados de los votos electorales correspondientes a cada estado, con el objetivo final de dejar claro al ganador y próximo Presidente de Estados Unidos.

Los norteamericanos conocieron el descontrol y la resistencia, la turbamulta escaló, brincó y logró entrar al interior del recinto para dejar claro que sea cual fuera la decisión final, ellos estaban con la postura de fraude electoral de su líder.

Los “extremistas dedicados a la ilegalidad” como los describió Joe Biden en su discurso minutos después de que se informara que había una mujer con herida de bala.

La mayoría hombres, y algunas cuantas mujeres entraron con mucha rabia, energía y provocación pero la sorpresa fue que poco a poco se fueron desinflando y desintegrando.

Los hombres fuertes, altos, de piel blanca, muchos con barba, otros armados con bates y palos, se fueron desarticulando uno a uno para mostrarse como meros fanáticos y turistas de su propio Congreso.

Si bien la imagen más fuerte que vimos fue donde uno de los manifestantes rompió el cristal de una de las puertas del salón principal, justo donde se encontraban en el proceso de conteo, apareció la seguridad del Capitolio con armas en sus manos listos para reprender si era necesario.

Pero nada más, el resto fue una ligera “mala travesura” de norteamericanos que creyeron tener el valor de romper todo y de ir por todo.

Porque eso sí lo hemos visto acá, en nuestro país la gente no anda con rodeos porque el odio que los propios políticos se han encargado de sembrar generación tras generación, ha dado frutos.

Entonces la nación que se contrapone al desorden, a la aversión, a la desobediencia y al anti patriotismo, se quedó atónita.

La imagen que hoy les comparto es la del hombre que se aventuró a su máximo atrevimiento en su vida, que fue colarse a la oficina de Nancy Pelosi, la mujer presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos y principal antagónica a la ideología y estilo de gobernar de Trump.

La rebelde desobediencia gringa - la-rebelde-desobediencia-gringa
Foto de EFE/EPA/JIM LO SCALZO.

Pelosi ha sido la mujer que ha echado de frente su experiencia y sin miedo ha enfrentado una y otra vez al presidente. No le ha bajado nunca la mirada, ni mucho menos ha dejado de enfrentarle si es necesario.

Pues a su oficina es que este hombre se coló, como cual niño divertido e indisciplinado, para sentarse en la silla de la demócrata y subir los pies al escritorio, tomar una pluma de tinta roja y escribirle sobre uno de sus folders con quién sabe qué documentos adentro “We will not back down”, es decir, “No cederemos”.

El hombre se sintió el ciudadano más contestatario y seguramente se tomó una selfie para promover su orgullo de pertenecer a los extremistas negados a aceptar su derrota.

Su lenguaje corporal solo demostró un sin fin de contrariedades, porque solo se sintió un ligero poder por el hecho de subir los pies al escritorio, pero su sonrisa de diversión destronó cualquier sentimiento de odio.

Fue una mera travesura contra su propia nación, esa que tienen tatuada en su corazón y que traspiran por cada poro de su piel.

Solo basta recordar la toma de la CNDH por un grupo de mujeres que entraron con las ganas de dejar claro sus posturas y demandas. Paredes grafiteadas, cuadros de los insurgentes de nuestra historia y la suficiente fuerza para que nada ni nadie las pudiera sacar.

Ninguna sonrió porque su hartazgo y sus ganas de justicia eran más. Eso no fue una simple travesura.

Los norteamericanos saben que la policía no se anda con rodeos, aún y que su propio presidente los haya incitado a hacer lo que hicieron. Al final no fueron respaldados, dado que más de una decena pasarán esta y muchas más noches en prisión.

Pero las fotos no mienten, no exageran, ni minimizan, simplemente son escenas que ocurrieron el día de hoy en un día insólito para la historia democrática del país vecino.