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La pandemia ha complicado enormemente la reelección de Donald Trump. Las evaluaciones sobre el manejo de la crisis se vuelven más negativas, al tiempo que la economía se desploma. Pero el presidente no va a abandonar la batalla. Por el contrario, se echa para adelante y apuesta más que nunca a la polarización.

Trump necesita retener el apoyo de su base social y movilizar a quienes en 2016 no salieron a votar, pero que por sus características —hombres blancos, de baja escolaridad— están más cerca de él que de Biden.

Para ello, el presidente revivió sus ataques hacia Obama y sus críticas a “Sleepy Joe”, a quien una y otra vez trata de vincular con China, su enemigo preferido en el terreno internacional. Y apenas este lunes reventó en contra de los gobernadores por no “dominar” a quienes condenan la brutalidad policiaca y el racismo.

Lejos de calmar los ánimos, Trump rescata en Twitter una frase con tintes raciales de los años sesenta: “Cuando empiezan los saqueos, comienzan los balazos”. Para el presidente es crucial que la elección no sea un referendo sobre su gestión sino un arrebato de pasiones.

Si bien las encuestas dan ventaja a Biden, también muestran que el contrincante de Trump no genera mucho entusiasmo. Mientras más de la mitad de los simpatizantes del presidente dicen estar muy entusiasmados, solo una cuarta parte de los seguidores de Biden opina lo mismo.

Es este el contexto en el que debe entenderse la furia de Trump en contra de Twitter por las advertencias impuestas a dos de sus tuits. Cuando más necesita avivar pasiones, nadie se puede cruzar en su camino, mucho menos quienes le han permitido llegar directamente a su base con un mensaje frecuentemente alejado de la realidad.

Como buen populista, Trump necesita un vehículo sin árbitros que premie la simplicidad del mensaje y atice las pasiones. En la polarización que se vive en las redes, en el duelo de alaridos para dirimir posiciones, lleva las de ganar precisamente quien grita más fuerte. Y esa persona suele ser el presidente.

Trump va cuesta arriba, pero no hay que darlo por derrotado. Más bien habrá que esperar a que se radicalice sin límite con tal de mantener el poder.