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El ciclo de expansión económica actual se ha convertido en uno de los más prolongados de la historia. Aunque este ciclo se ha caracterizado por tener una recuperación frágil y mucho menos vigorosa que otros, la expansión está comenzando su octavo año.

Desde la Gran Depresión de 1929, la economía estadounidense ha experimentado una recesión cada cuatro años en promedio y a partir de la conclusión de la Segunda Guerra Mundial en 1945, han ocurrido cada cinco años, en promedio.

Esto cambió a partir de 1980, cuando comenzó un ciclo conocido como la “gran moderación”. Durante este ciclo, que finalizó con la crisis financiera del 2008, las recesiones se hicieron menos frecuentes y mucho menos profundas.

Precisamente, durante este periodo se dio el ciclo de expansión más largo de los últimos 90 años, cuya duración fue de 10 años —de marzo de 1991 a marzo del 2001—. La expansión actual, que comenzó en julio del 2009, se ha convertido en el segundo periodo de expansión más largo de los últimos 90 años. Dada la longevidad y dinámica del ciclo actual, algunos expertos han comenzado a cuestionar cuándo y cómo se dará la próxima recesión.

Para algunos observadores, la preocupación principal sigue siendo el impacto negativo de un choque externo generado por alguno de los diversos problemas estructurales presentes en diferentes partes del mundo, como un aterrizaje forzoso en la economía China, un resurgimiento en las preocupaciones de desintegración de la zona euro, un incremento en el riesgo geopolítico, una nueva debacle en los precios de los commodities o el creciente rechazo político al comercio internacional.

Sin embargo, para otros el principal riesgo de recesión vendría en la forma del agotamiento natural del ciclo económico actual en Estados Unidos y su impacto a nivel mundial.

En este escenario, una desaceleración importante en la economía estadounidense podría generar un efecto dominó en sus socios comerciales con un alta dependencia exportadora como China, Canadá, México y Japón. Esto —a su vez— tendría consecuencias regionales importantes que podrían desatar una recesión verdaderamente global.

Hasta ahora, ni siquiera hemos incorporado el improbable, pero no imposible, triunfo de un candidato populista en Estados Unidos como Donald Trump, lo que sin duda aumentaría de manera considerable la probabilidad de recesión global.

Aunque no todos coinciden en las razones que generarán la próxima recesión, son cada vez más voces las que piensan que el ciclo actual de expansión está entrando en sus etapas finales y que en algún momento durante los próximos 18 meses veremos una recesión en Estados Unidos con consecuencias globales.

Asimismo, la mayoría de los especialistas concuerda en que el arsenal de herramientas de política económica para mitigar una nueva recesión se ha mermado considerablemente con respecto al inicio de la última recesión. Por un lado, los bancos centrales han reducido las tasas de interés a niveles cercanos a cero y en algunos casos han implementado tasas negativas, además de implementar medidas heterodoxas de política monetaria como los estímulos cuantitativos que han generado una ola masiva de liquidez.

¿Qué más pueden hacer los bancos centrales? La realidad es que no mucho. Por otro lado, la política fiscal se encuentra limitada por la poca capacidad de endeudamiento adicional de varios países desarrollados. A la fecha, este tipo de riesgos ha sido totalmente desdeñado por los mercados donde la ola de liquidez sigue ganando la batalla vs los crecientes riesgos de desaceleración.