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Pemex no ha podido aplicar las inversiones suficientes para explorar nuevas opciones de producción.

Hace unos días que escuchaba a un funcionario de segundo nivel de la Secretaría de Energía decir que México no bajaría su producción petrolera para apuntalar los precios, voltee a ver el calendario por si había llegado el día de los inocentes sin que me diera cuenta.

Esta declaración tiene que ver con el hecho de que nuestro país fue invitado a una reunión técnica de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), la próxima semana, en la que los integrantes de ese grupo discutirán qué pueden hacer para estabilizar el mercado.

El propio secretario de energía, Pedro Joaquín Coldwell, reiteró que México no se va a comprometer a una reducción en su producción petrolera. Y si bien esto no tiene ninguna lógica para un país que ha perdido la tercera parte de su producción, se convierte en un mensaje importante en la política internacional, por si alguien se anima a solicitar algo de ese calibre al gobierno mexicano.

La producción petrolera mexicana va en picada. Tan sólo el trimestre pasado cayó 5.5% con una producción promedio de 2 millones 266,000 barriles diarios. Hace 10 años este país producía 3 millones 340,000 barriles diarios, lo que equivale a una pérdida de exactamente la tercera parte de la producción.

Ha declinado la producción de los mejores yacimientos del país, aquellos que un día nos llevaron a pensar que teníamos el problema de administrar la abundancia. Y al mismo tiempo Petróleos Mexicanos no ha podido aplicar las inversiones suficientes para explorar nuevas opciones de producción.

Porque está claro que no es un problema de reservas probables o posibles, el potencial petrolero de México se mantiene, lo que ocurre es que con la enorme bota fiscal que le pusieron al monopolio petrolero era imposible tener recursos disponibles para hacer crecer el negocio.

La reforma energética le cambió la estructura a la industria petrolera mexicana, pero la coyuntura de precios tan bajos retrasó los sueños de recuperación del esplendor energético mexicano.

Entonces, cuando nos dicen que México no se va a comprometer a bajar su producción, es fácil responder que les suplicamos que no lo hagan. Incluso podríamos pensar que los otros países productores podrían entregar a México un reconocimiento por los favores recibidos con el derrumbe en la producción.

Las autoridades mexicanas van a llegar a una reunión técnica de la OPEP donde sus integrantes están divididos, todos incómodos con los precios tan bajos, pero con diferentes enfoques sobre cómo reaccionar. Que no se olvide que Arabia Saudita fue uno de los primeros depredadores de los precios para tronar a los productores de shale gas de Estados Unidos.

Pero ahora llega Venezuela, país que está en la quiebra económica, política y social, a buscar imponer un precio mínimo de venta de los barriles de petróleo en 70 dólares, lo que parece un sueño ochentero de un régimen de características totalitarias que se tambalea en la sequía de recursos.

Así que la invitación hecha a México para asistir a la reunión técnica de la OPEP es una buena oportunidad para tener información, no afiliación, y por si se ofrece las autoridades mexicanas ya llevan tatuada la respuesta a una propuesta o insinuación sobre colaborar en una baja en la producción petrolera: ¡no se puede!