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La revista Nexos ha dedicado su tema de portada a la “fatiga pandémica”, el síndrome de depresión, estrés y soledad que acompaña nuestro confinamiento.

Soledad es una palabra de linaje literario y filosófico, de intransferible resonancia individual. Difícil asociarla a la nomenclatura de una oficina o una burocracia. Pero la pandemia ha convertido la palabra en un territorio de políticas públicas, nada menos que en Japón, donde el pasado 12 de febrero se anunció la creación de un Ministerio de la Soledad como respuesta a un aumento de los suicidios.

Durante la pandemia se han registrado en Japón cerca de 21 mil suicidios, el primer aumento en 11 años de esta dolencia sin asideros, la pregunta filosófica por excelencia según Albert Camus, que es quitarse la vida.

Andrés Oppenheimer ha hecho una admirable pieza periodística sobre el agravamiento de este mal, endémico en Japón, que ha visto multiplicarse sus daños.

Japón ha tomado ejemplo administrativo de la mismísima Gran Bretaña, la cual creó en 2018 su propio ministerio de la Soledad, escribe Oppenheimer, en medio de una ola de depresión y enfermedades mentales que los expertos atribuyeron ya entonces, en parte, al aislamiento tecnológico.

La pandemia multiplicó ese aislamiento, y llevó a Japón a su propia ola de depresión y soledad, bajo la forma de la dolencia previa del suicidio.

Escribe Oppenheimer (Miami Herald, “Americans are dying of despair. COVID’s to blame, and Biden’s administration must address it”. https://t.co/4kLC6PR6hJ?amp=1): “El trabajo a distancia y la falta de contacto social empeoraron la soledad y sus problemas mentales asociados en Japón”.

También en otras partes del mundo. Un estudio de la Brookings Institution reportó que cada año 70 mil estadunidenses “mueren de desesperación”, y que la cifra puede haber llegado a 130 mil víctimas durante la pandemia.

“Fatiga de espanto” tituló Ángeles Mastretta su texto sobre la fatiga y la pandemia en Nexos. “Hace un año ya”, escribe Mastretta, “que algunos nos encerramos tras nuestras tapias a rumiar y predecir. Nunca imaginamos entonces que el mundo haría todo su camino alrededor del sol y que el siguiente marzo seguiríamos adentro, viendo, por la misma ventana, pasar la vida burlándose de nosotros.”

El virus que nos mata y nos aísla tiene una sombra mortífera, que es la soledad.