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Podrá ser broma pero puede ser potencialmente verdad:

Sobre la Costera Miguel Alemán, hacia la tarde en los días de Pascua, un grupo de cuatro jóvenes no mayores a los 28 años beben alcohol de una botella que está en el piso. Están fuera de un automóvil con placas de Guerrero, estacionado no muy lejos de un retén policiaco puesto para la protección turística.

De entre el grupo se escucha claramente a una joven que parecía decirlo en serio. “…muy fácil, sí te estorba, pues mátalo…”

No hubo risas que dieran cuenta de que la aparente ocurrencia fuera una broma de aquella muchacha que llevaba entre sus manos un cigarrillo.

Es una anécdota, sin duda, que puede quedar en el ámbito de la mera percepción individual.

Pero Acapulco, el sitio turístico de abolengo que no pierde encantos, vive hoy una cauda de hechos que se han venido arrastrando por décadas hasta colocarlo en uno de los cuatro sitios más violentos y peligrosos del mundo, producto de la presencia de una delincuencia organizada de todo tipo y de múltiples bandas que aprovechan la pobreza y la subsistencia como carne de cañón perfecta.

“…el dejar pasar, el dejar hacer durante un tiempo importante, originó las consecuencias que hoy estamos enfrentando…”, dijo el pasado lunes 28 de marzo el Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, luego de presidir una reunión del Gabinete de Seguridad en Acapulco.

El trasiego de drogas, por el que luchan los cárteles del narcotráfico, es el negocio de grandes ligas pero la extorsión –el famoso derecho de piso- y el secuestro exprés parecieran ser la forma de vida de muchos grupos de la sociedad acapulqueña que va dirigida no al turismo, sino a los propios habitantes de Acapulco.

Se extorsiona y secuestra a comerciantes, a vendedores ambulantes, a sombrilleros, a pescadores, a conductores, a cajeros y gente que maneja dinero en los negocios; a gerentes de restaurantes, a maestros y padres de familias en escuelas, varias de las cuales debieron cerrar frente a ese crimen.

Estamos hablando de gente que no necesariamente es acaudalada o como aquel gerente de un importante hotel que hace años fue secuestrado por varios meses para obtener una cifra multimillonaria. Las víctimas ahora lindan entre la clase media y las de menores recursos.

Los más recientes casos de homicidios –dentro de los 38 que se registraron en 10 días- fueron a pescadores y comerciantes, algunos acribillados de plano a la luz del día y en sitios públicos, como playas o mercados. La ley del “plomo o plata” en toda su expresión porque presumiblemente muchos de los asesinados no pagaron el derecho de piso.

Laura Caballero Rodríguez, lideresa de los comerciantes establecidos de Acapulco, ha advertido que si para el 13 de abril no hay una respuesta de las autoridades para frenar a los delincuentes, los propios comerciantes impulsarán un boicot contra el sitio turístico porque ya no les es posible estar pagando el derecho de piso además de los impuestos o poner en riesgo su vida.

Es tal la desesperación que la dirigente ha propuesto incluso sentar a negociar a los delincuentes para que paren su actividad que daña a Acapulco y la economía de las familias de puerto.

Hay liviandad del ser en Acapulco porque la vida humana en la valoración de los círculos delincuenciales está pasando a ser nada materialmente hablando. No hay consecuencias y poco o nada que lo disuada para frenar esa tendencia. Peor aún, alguien lo está fomentando, aprovechando o dejando correr por temor a que de por medio vaya la vida propia.

El Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal ha reportado que en 2015 hubo mil 170 homicidios en Acapulco, lo que representó una tasa de homicidios de 143 por cada 100 mil habitantes, casi seis veces el promedio nacional.

La gravedad de lo que viene pasando en Acapulco es que mientras en 2010 no figuraba en las listas de las ciudades más peligrosas del mundo, ahora ocupa el segundo lugar y está reportada con alerta a sus ciudadanos por el Departamento de Estado de Estados Unidos.

Según la organización internacional InsightCrime Acapulco alcanzó una tasa de homicidios de 105 por cada 100.000 habitantes en 2015, lo que la hace la ciudad más violenta de México y la cuarta más violenta del mundo.

Autoridades de la Gendarmería de la Policía Federal Preventiva achacan esa situación al reacomodo de las bandas criminales. “Hay una atomización delincuencial”, producto de los golpes que se han dado a los múltiples cárteles de la droga que operan y han operado en Acapulco, dicen.

Pero cuando se habla de la focalización de la violencia se refiere a que si bien no es de alta visibilidad en la zona turística –aunque ya ha llegado a varias playas con asesinatos o aparición de descabezados- sí ocurre con mayor preponderancia en el Acapulco Tradicional y la mancha suburbana, como es el caso de Ciudad Renacimiento –aquel proyecto del ex gobernador Rubén Figueroa para acomodar los pobres del anfiteatro de Acapulco-; El Coloso, Emiliano Zapata y otras más del Valle de la Sabana.

El trasiego de drogas se explica porque Acapulco es un punto que sin duda se presta para la entrada o salida de estupefacientes, y el consumo de los mismos sobre todo en altos picos de visitantes.

Desde la vertiente de apoyos sociales gubernamentales tanto federales como estatales pareciera que los recursos destinados para mejorar las condiciones de vida de la población en situación de pobreza o pobreza extrema no están llegando del todo o son insuficientes para mitigar uno de los focos que propicia la delincuencia y la violencia: la falta de oportunidades o diversificación de actividades.

Acapulco ha sido siempre el principal generador de ingresos formales para la economía de Guerrero. Se calcula que representa hasta 80 por ciento del total de recursos económicos. Lo que ocurra en el puerto, por ende, tendrá efectos en la entidad.

Para el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), en su estudio “¿Quién Manda Aquí?”, relativo a la gobernanza de las ciudades, “Acapulco fue durante décadas el activo turístico más importante de México, pero actualmente es la ciudad menos competitiva del país. Acapulco no supo controlar ni gestionar su rápido crecimiento y, de ser una enorme fuente de riqueza para el país, pasó a convertirse en una de las ciudades más pobres y conflictivas”.

Agrega el IMCO que Acapulco está en el índice más bajo de competitividad de entre 24 ciudades que tienen entre medio millón y un millón de población fija. Y esto, agrega, genera un círculo donde la violencia y el crimen organizado afectan directamente a la competitividad.

La violencia en Acapulco, una ciudad con una población fija que circunda el millón de personas, es multifactorial. La extorsión y el secuestro exprés pasaron a formar parte de un hábito de vida de muchos delincuentes; esto no es nuevo. La presencia de cárteles de la droga y la proliferación de bandas y pandillas, en un número que las propias autoridades calculan en 40 grupos relevantes, tampoco es nueva; tal vez su reacomodo.

La Arquidiócesis de Acapulco considera que múltiples factores inciden directa e indirectamente en la violencia en el puerto: la tolerancia al consumo de diversas drogas como parte de la vida nocturna que ha dado espacio a la presencia de grupos delincuenciales; el crecimiento desordenado de la ciudad que genera pobreza; la corrupción, la movilidad de una amplia población flotante y el combate a los cárteles que ocasiona constantes reacomodos.

Un hecho es cierto: hay hondas estructuras dañadas en el tejido social acapulqueño que afectan sobre todo a población joven que entiende el valor de la vida humana como algo liviano para seguir nadando en el mundo de la sobrevivencia o la supervivencia.

Y eso es algo contra lo que pareciera no han podido, o han sido rebasadas, las autoridades locales y estatales que entienden el problema como un asunto policial y no de profundas raíces sociales.

PostScriptum.- El magnífico reportaje de Carolina Rocha Menocal y su equipo de camarógrafos sobre los burreros en Nogales es una pieza periodística que deja claro que la corrupción en el tráfico de estupefacientes no es sólo de este lado, sino en mucho del otro. Y habla de las dualidades de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos que se ha caracterizado de ser extrema en sus posiciones.