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La fotografía es un lenguaje por sí mismo que nos ha representado gráficamente y de distintas maneras la historia, nos ha ayudado a visualizar el sufrimiento ajeno y quizá hasta el propio, nos ha contagiado de alegría e incluso nos ha llegado a seducir el cuerpo entero.

La imagen como prueba, algo que legitimase los rumores y la información textual. La política y la evolución social son las causas de muchos fotógrafos que deciden elegir el camino del fotoperiodismo para salir con su cámara y diluirse entre lo que sucede en la realidad y lo que la sociedad quiere que suceda.

Un espectáculo, dirían algunos.

Desde el pasado viernes más de tres mil hondureños (hombres y mujeres) se armaron de valor y energía para salir de su país en el único transporte confiable: sus pies.

Su andar fue sumando a más grupos y por allí en distintos medios se manejó la cifra de casi 9 mil personas queriendo cruzar fronteras hasta llegar a la más complicada, pero más deseada, la de Estados Unidos.

Su presidente Juan Orlando Hernández, un tipo que solo ha provocado que nadie quiera estar allí, ha quedado al descubierto por su personalidad malquista, y su pésimo manejo para recuperar a un país que recibió dos huracanes tremendos el año pasado y que por consecuencia millones de personas lo perdieran todo.

Entonces estos miles de hondureños tomaron una mochila y metieron lo que necesitarían en un camino tan largo. Pensar en no cargar mucho y darse cuenta que no tienen nada. Motivación suficiente para salir y probar suerte en un recorrido que les avecina un sin fin de experiencias buenas y malas.

Los migrantes caminaban por la carretera de Chiquimula en Guatemala, cuando de pronto las fuerzas de seguridad de su país vecino se les fueran encima de la manera más violenta y bestial con palazos y bombas lacrimógenas.

Miembros del Ejército de Guatemala rompieron líneas para amedrentar, a los que ellos creen que son delincuentes infiltrados.

La fotografía que hoy enmarca este texto, es una embestida, un motín, una hostilidad cruda para quienes iban simplemente caminando bajo la creencia de que cruzar México y llegar hasta la frontera norteamericana sería una cuestión de solo fortaleza mental.

Vamos a la foto, y pareciera que son los azules y rojos, contra los verdes con casco.  Unos con cubrebocas, otros sin él. Los palos en la mano, los golpes, la confinidad entre los dos bandos, mientras los gritos y la saliva trasladan al virus de un lado a otro.

Ni el miedo al contagio frenó a semejante descampada.

La imagen perfecta para describir el “no”. No rompan la sana distancia, no violentes los derechos de los demás, no abuses de tu poder, no te bajes el cubrebocas, no refundas al débil, no empujes, no reprendas con violencia, no crees una batalla campal, no provoques un espectáculo.

Como si fuera una anáfora, no, no, y no.

La foto del NO - la-imagen-del-no
Migrantes hondureños se enfrentan a autoridades guatemaltecas en Chiquimula. Foto de EFE/ Esteban Viva

Por fortuna existen los fotoperiodistas que rondan la noticia con una especie de olfato, sabiendo que pronto habrá un choque entre bandos, un poco como lo que decía John Berger sobre cómo la cámara podía tornarse a ser un vigilante cual dios, uno que nos ayuda a no olvidar y tener siempre en la memoria una imagen que nos recuerde lo que pasó, con colores, rostros y emociones expuestas.

Entonces tenemos agencias informativas con cientos de corresponsales fotógrafos distribuidos en países y continentes completos. Siempre debe de haber alguien que capture y atestigüe, porque ojos que no ven, corazón que no siente y entonces así no hay negocio, ni información que se crea.

Lo decía también Susan Sontag, que una sociedad capitalista funciona por una cultura basada en imágenes, es decir, ella apuntaba que las cámaras fotógraficas definían la realidad en dos importantes vertientes para que una sociedad funcionara: la primera que fungieran como un espectáculo para las masas y la segunda con el objetivo principal de vigilar para los gobernantes.

La saturación de imágenes en los medios y en las redes sociales, ayudan a posicionar también una ideología, porque lo que vemos en este tipo de fotografías no solo es una representación precisa de lo que sucedió entre el Ejército y los migrantes, sino que paradójicamente se convierte en una realidad: fuerzas de seguridad reprendieron violentamente a migrantes originarios de Honduras.

“La verdad es que la mayoría de las fotos de personas tienen que ver con el sufrimiento, y la mayor parte del sufrimiento es producido por el hombre”, atinaba el escritor inglés John Berger.

Es esto que vemos, un zafarrancho, los golpes, la ansiedad de huir, el miedo de terminar heridos con los sueños destruidos, la supuesta valentía de agarrar a palazos a hombres y mujeres para no dejarlos avanzar.

Una realidad que les funciona más a unos que a otros y que eventualmente nos colocarán en la mira entre la nueva relación de nuestro país con el gobierno entrante del país vecino.

Una serie de imágenes que comprueba que cuando una fotografía se dispersa en cuestión de segundos, la arbitrariedad de juzgar a los de un lado o los del otro es bien sencillo.