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El viernes de la semana pasada concluyó el Symposium Annual de política monetaria organizado por la Reserva Federal (Fed) en Jackson Hole, Wyoming. Este evento, que cuenta con la participación de las cabezas de los principales bancos centrales, ministros de finanzas, académicos y analistas de todo el mundo, se ha vuelto especialmente relevante desde que la crisis financiera dio a pie a una era de intervención monetaria sin precedentes en la historia económica.

Las reuniones se dieron en un contexto donde la Fed parece más lista para reiniciar la normalización de su política monetaria. Aunque Janet Yellen fue cautelosa con sus declaraciones, argumentando que el caso para subir las tasas este año se ha fortalecido, otros miembros con voto en el FOMC como Stanley Fischer y Dennis Lockhart fueron bastante más directos, argumentando que la Fed podría subir las tasas tanto en septiembre como en diciembre.

Vale la pena recordar que a finales del 2015, la Fed inició lo que en ese momento parecía el comienzo de un ciclo gradual de alzas; sin embargo, el contexto económico y político la han obligado a diferir nuevos aumentos.

A principios de año, la Fed se vio maniatada por una creciente ola de aversión al riesgo y una caída estrepitosa e indiscriminada en los mercados financieros a nivel global. Aunque para el segundo trimestre los mercados ya habían superado esta ola de pánico y se encontraban de nuevo en etapa ascendente, una fuerte desaceleración en las cifras de creación de empleo en Estados Unidos obligaron a la Fed a posponer el alza nuevamente.

Asimismo, hacia finales del segundo trimestre, la inesperada decisión de los votantes en el Reino Unido para abandonar la Unión Europea causó una nueva ola de incertidumbre que obligó a la Fed a mantener una postura cautelosa; no obstante, durante julio y agosto, los mercados han tenido una importante recuperación, aparentemente desdeñando las malas noticias de los últimos meses y alcanzando nuevos máximos históricos.

Adicionalmente, las cifras de empleo en Estados Unidos han mostrado una fuerte recuperación, prácticamente eliminando una de las principales preocupaciones de la Fed.

Ante esta situación, el dato de empleo de agosto, que se publica este viernes, se vuelve crucial. Un dato robusto, como podría ser una cifra cerca de 200,000 nuevos empleos, sin duda aumentará la probabilidad de un alza en las tasas por parte de la Fed en su reunión de septiembre.

Sin embargo, es probable que aún con un dato fuerte la Fed mantenga una postura cautelosa ante la incertidumbre de las elecciones. Aunque la Fed es una institución apolítica que ha actuado sin tapujos para subir o bajar las tasas de interés en años electorales, la elección del 2016 no es una elección cualquiera.

Es la primera vez —en la historia moderna de Estados Unidos— que uno de los candidatos pretende implementar una política económica que la mayoría de los expertos ha calificado como desastrosa para Estados Unidos y el resto del mundo. Aunque Donald Trump se encuentra muy abajo en las encuestas, la tarea de la Fed no debe ser tratar de predecir el resultado electoral sino tomar decisiones incorporando el impacto real que puede tener el entorno político en la actividad económica.

A pesar de que un triunfo de Trump parece improbable, nadie puede afirmar que es imposible. Aunque la Reserva Federal tenga suficientes argumentos desde el punto de vista económico para subir las tasas en su reunión de septiembre, lo más prudente sería esperar al resultado de las elecciones y posponer el alza hasta la reunión de diciembre.