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Aunque el riesgo de una recesión global ha disminuido en las últimas semanas, la recuperación se sigue dando de manera dispareja e inconsistente en los países desarrollados, mientras que los países emergentes enfrentan un entorno con retos importantes.

En su más reciente actualización de estimados, el Fondo Monetario Internacional (FMI) revisó sus proyecciones de crecimiento global a la baja, tanto para el 2016 (de 3.6 a 3.4%) como para el 2017 (de 3.8 a 3.6 por ciento). Asimismo, el FMI destacó que existen riesgos que hacen más probable que estos estimados sean revisados a la baja y no a la alza en los próximos meses.

La revisión a la baja en los estimados de crecimiento global puede ser atribuida principalmente, aunque no de manera exclusiva, a una mayor debilidad en las economías emergentes. Aunque el estimado para Estados Unidos también fue revisado a la baja (de 2.8 a 2.6% tanto para el 2016 como para el 2017), las proyecciones para la eurozona y Japón tuvieron cambios menores al alza y aún se pronostica una aceleración en el 2016 con respecto al 2015.

Aunque queda claro que el crecimiento en Estados Unidos, Europa y Japón sigue siendo muy moderado y considerablemente por debajo de lo esperado, desde hace un par de años el principal foco de desaceleración y preocupación son las economías emergentes y, principalmente, China.

La desaceleración china no es algo nuevo: se ha venido discutiendo desde hace por lo menos tres años, y los estimados del FMI para China no tuvieron cambio con respecto a su última publicación en octubre.

Los principales ajustes a la baja en el mundo emergente son atribuibles a Brasil (donde ahora se espera una contracción de 3.5% en lugar de una de 1.0% en el 2016, y un crecimiento de 0% para el 2017, en lugar de una expansión de 2.3%) y Rusia (donde los estimados se redujeron de -0.6 a -1.0% para el 2016, mientras que el 2017 se mantuvo sin cambio, en 1.0 por ciento).

La falta de dinamismo a nivel global, a pesar de un entorno de política monetaria expansiva sin paralelo en la historia económica, es atribuible a varios factores de carácter estructural. En el caso de las economías desarrolladas, la situación es atribuible a una desaceleración en la productividad, una disminución en la tasa de crecimiento de la población y el envejecimiento de la misma. De estos tres factores, el único que realmente puede mejorar en el mediano plazo es la productividad, y para ello es necesaria la implementación de reformas estructurales que fueron pospuestas durante los años precrisis de complacencia en los que la productividad tuvo una época dorada gracias a los avances tecnológicos.

En el caso de los emergentes, las causas son un poco diferentes pero están vinculadas a lo que ocurre en el mundo desarrollado. La desaceleración en la demanda agregada a nivel global ha hecho evidente la sobreoferta de capacidad instalada en economías exportadoras de gran tamaño como China. Este exceso de capacidad instalada en China, de la mano con la falta de dinamismo de la demanda agregada en el mundo desarrollado, ha provocado una fuerte desaceleración en la demanda de materias primas, provocando un desplome en la mayoría de los precios de estos productos.

Esta situación ha arrastrado a los principales productores de materias primas, la mayoría de ellos emergentes, a una situación de recesión y deterioro de sus finanzas públicas y sus cuentas corrientes. La realidad es que la economía global tiene un problema de capacidad ociosa y productividad estancada que no se resolverá en el mediano plazo. Aunque el escenario de una recesión global es poco probable, también lo es uno de mayor dinamismo en la economía global.