La incapacidad de la dirigencia de conciliar y la falta de transparencia dieron al traste con el traspaso del bastón de mando
El cúmulo de incidencias registradas durante el levantamiento de las encuestas que definirían al coordinador nacional de los comités de defensa de la Cuarta Transformación forzaba a una resolución tajante. Marcelo Ebrard comenzó a evaluar los escenarios, desde la noche del pasado lunes 4.
Primero, con los coordinadores de su estructura territorial y su staff, analizó las dos vías posibles y sus implicaciones: denunciar el cochinero que Mario Delgado quiso ocultar o atestiguar el conteo de las papeletas… y validar los resultados oficiales.
Ambas posturas, irreconciliables. Cualquiera que fuera la ruta, no habría retorno. El compromiso con su equipo y la lealtad al movimiento, pero sobre todo el apego a los ideales democratizadores perseguidos desde hace 25 años, estaban en la balanza. El aparato morenista —calcularon— cerraría filas con el líder histórico y su favorita.
La dirigencia partidista, con Delgado en actitud protagónica, abonó al desdoro. Después de 30 horas de parafernalia, el cómputo ni siquiera había comenzado. Tampoco, la ponderación de las cinco preguntas del cuestionario preparado por el Centro de Estudios Estadísticos de Morena —vaya estreno de esa instancia partidista— replicado por cuatro firmas demoscópicas.
Antes de que iniciara el procesamiento de los datos, el excanciller y su equipo denunciaron que 15% de los paquetes de la encuesta madre —310, de casi 2,200— quedaba anulados, rota la cadena de custodia. Lo procedente —definió Ebrard— era reponer el proceso, ante los vicios de origen, y respetar la voluntad popular.
En el World Trade Center, guardias privados controlaban los accesos al centro de convenciones donde habían sido citados encuestadores, notarios, dirigentes partidistas y representantes de los aspirantes.
La virulencia de la denuncia de los ebradistas corresponde con los yerros en el manejo del proceso interno, planeado originalmente para consultar la opinión —vía encuestas— de militantes y simpatizantes. La falta de integridad estadística de los resultados divulgados anoche, con tres horas de retraso, fue la gota que colmó la paciencia del equipo del excanciller.
La incapacidad de la dirigencia de conciliar y la falta de transparencia dieron al traste con el traspaso del bastón de mando.
El resultado de las encuestas desveló sorpresas. Claudia Sheinbaum sacó 15 puntos de ventaja al segundo lugar. En tercera posición, empatados, Gerardo Fernández Noroña y Adán Augusto López Hernández. Y al fondo, Ricardo Monreal, quien admitió la derrota, aunque se quejó de la inequidad imperante.Mientras la cúpula morenista cerraba filas en torno a la exjefa del gobierno capitalino, el excanciller volvía a reunirse con su equipo, para abrir una ventana de cinco días, tras de los que reevaluarán escenarios y opciones.
Efectos secundarios
¿ANTICIPADO? Ulises Ruiz Ortiz fue gobernador de Oaxaca y militó en el PRI hasta su expulsión, hace tres años. Ayer acudió al INE para registrar su candidatura independiente a la Presidencia de la República. “Mi compromiso fundamental será hacer de México un paz en paz y sin la violencia que genera la delincuencia sin control, con la complicidad de las autoridades de todos los niveles”. Sobre el proyecto del Corredor Interoceánico en el Istmo de Tehuantepec, ni una palabra.